Patrimonio religioso

Obras menos conocidas de Ignacio López se exponen en la Prioral

  • Hasta finales de noviembre puede contemplarse una muestra con tallas de pequeño formato

Algunas de las obras menos conocidas de Ignacio López se exponen en la Prioral.

Algunas de las obras menos conocidas de Ignacio López se exponen en la Prioral. / F.G.L.

Con ocasión de cumplirse los trescientos años del fallecimiento del imaginero Ignacio López se han celebrado en Jerez a lo largo del mes de octubre unas Jornadas bajo el título genérico El escultor Ignacio López y su época (1658-1718). Tras el desarrollo de cuatro ponencias, la presentación del libro que recoge sus actas y visitas a iglesias jerezanas que conservan obras de este escultor, su clausura tuvo lugar en El Puerto, ciudad donde vivió, trabajó durante 38 años y murió.

Además de las correspondientes visitas por los espacios sagrados que conservan piezas de López aquí, pudimos contemplar una exposición con pequeñas tallas en la capilla de Ánimas de la Prioral, en cuyo retablo se documentan las primeras obras del artista y en la que fuera enterrado. Hemos creído oportuno que dicha muestra permaneciera abierta algunas semanas más por la importancia de la conmemoración a modo de merecido homenaje a un artista tan singular y la calidad de las piezas. Con el permiso del párroco de la basílica de Nuestra Señora de los Milagros y la hermana mayor de la cofradía del Santo Entierro, propietaria de un par de estas tallas, se han trasladado a la capilla de San José del mismo templo. Desde aquí, nuestro agradecimiento a ambos por su colaboración y buena disposición. También al hermano mayor del Dolor y Sacrificio, quien desinteresadamente ha participado en el montaje de esta sencilla y escueta exposición.

Uno de los dos crucificados que se exponen en la muestra. Uno de los dos crucificados que se exponen en la muestra.

Uno de los dos crucificados que se exponen en la muestra. / F.G.L.

Se trata de cinco imágenes de pequeño formato (el Crucificado que ocupa el centro de la misma podría considerarse de tamaño académico) poco conocidas pero de idéntico interés artístico a las de tamaño natural conservadas en retablos o figurando como titulares de hermandades de penitencia en ésta y otras ciudades del entorno desde que los tallara a finales del siglo XVII o primeras décadas del siguiente.

Los dos Crucificados y las tres santas (Bárbara, Ana e Isabel) tienen varias características comunes que debemos resaltar. Todas son imágenes de madera de cedro tallada y policromada. Ninguna de las cinco está documentada pero pueden atribuirse con toda seguridad al escultor Ignacio López. Ya saben, ese imaginero del barroco sevillano, discípulo de Pedro Roldán, a quien le estamos dedicando a lo largo de este año una especial y merecida atención por la citada efemérides. También coinciden estas imágenes en su excelente calidad, el mal estado de conservación (urge su restauración) y estar depositadas en la Prioral.

En cambio, difieren en su procedencia. Ignoramos el origen de ellas, su ubicación primitiva. Tres, las santas, formaron parte de algún retablo, como lo delatan la inexistente o insinuada talla de su parte dorsal, sin pormenorizar. Es muy posible que santa Ana y santa Isabel llegaran a la actual basílica desde del convento de san Agustín, pues aparecen citadas unas imagenes de esta iconografía en el inventario de 1836 tras la desamortización. Santa Bárbara puede proceder de otro convento, capilla u oratorio desaparecidos, pues no es muy frecuente que hubiera dos santas de la misma advocación y devoción poco frecuente en el mismo templo, ya que en la capilla de san José se conserva otra, de tamaño natural pero más avanzada de estilo y cronología.

En cuanto a las dos representaciones de Cristo en la cruz, el de mayor tamaño se ha conocido “toda la vida de Dios” en la capilla de la Aurora, de donde pasó a la de san Pedro de la Prioral por el ruinoso estado de aquélla. Creemos que únicamente el pequeño crucifijo que actualmente preside el templete del presbiterio pudo haberlo tallado López para esta iglesia con destino a ser venerado en algún altar tras la reconstrucción de la misma y coincidiendo con sus trabajos en el retablo de Ánimas, la capilla sacramental o el púlpito, donde aun se conservan otras obras suyas.

La cronología de estas cinco imágenes es incierta, aunque sabemos que serían talladas durante su prolongada estancia en la ciudad, documentada desde 1680 hasta la fecha se su muerte, el 13 de diciembre de 1718. La relación con piezas documentadas o de segura atribución a Ignacio López es más de carácter estilístico y morfológico que cronologico, por lo que, de momento, no podemos precisar mucho más salvo esa ambigua adscripción a la transición del siglo XVII al XVIII.

Detalle del rostro de uno e los crucificados. Detalle del rostro de uno e los crucificados.

Detalle del rostro de uno e los crucificados. / F.G.L.

La iconografía es variada, pues aunque se expongan dos imagenes cristíferas y tres hagiográficas femeninas, las diferencias entre ellas son apreciables. Cristo crucificado está representado muerto, sujeto a la cruz mediante tres clavos, herida de lanzada, y sudario de abundantes pliegues pero ignoramos si ambos serían cordíferos (el más pequeño ha perdido los extremos laterales, aunque suponemos que serían moñas o lazadas más que soga como se aprecia en el otro). Santa Ana maestra y la singular santa Isabel con san Juanito y el cordero compondrían una escenificación simétrica en un retablo, aunque actualmente no se conserva la Virgen Niña a la que estaría enseñando su madre. La carga expresiva de sus rostros y el dinamismo de sus cuerpos e indumentaria insisten en la categoría de las obras a que nos tiene acostumbrado Ignacio López. A ellas y a santa Bárbara les dedicaremos sendos artículos próximamente. Esta última es la gran desconocida de la exposición, pues ha sido rescatada y ligeramente restaurada para la ocasión (gracias también a Salvador Rodríguez Romero por su colaboración en esta labor altruista) tras el hallazgo en una dependencia sin uso de la basilica menor. Las tres santas tienen, además, la particularidad de conservar su rica policromía en el estofado, contribuyendo a acentuar las dosis de realismo de los rasgos faciales, también presentes en túnicas y mantos de estos personajes.

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