Juan Ortega fue el triunfador en la última de abono en la Plaza Real –quedan dos clases prácticas miércoles y jueves– en una corrida de toros de Juan Pedro Domecq muy baja de raza, descastada y con muy poco que ofrecer para la muleta de la terna, aunque tanto Manzanares como Aguado cortaron sendas orejas.

El triunfo de Juan Ortega es el de los privilegiados. El de ese tipo de torero capaz de convertir las cañas en lanzas o sacar partido de un toro sin raza, con una tanda capaz de enloquecer. Así fue con su segundo, un astado suelto, sin fijeza, reservón y que parecía seguir el descastado son de sus hermanos. Fueron bonitos los galleos antes del puyazo.

Pase de pecho de Pablo Aguado

Ortega, con errores tácticos en la ortodoxia taurina como abrir faena en chiqueros o intentar armarla luego con el toro cerrado en los terrenos de la puerta grande. Los doblones en toriles fueron extraordinarios pero luego se sucedió una labor emborronado por las protestas del toro y los enganchones del torero, en varios terrenos e intercalando pinceladas que el público acogía alborozado como el pueblo de Moisés bendecía el maná en el Sinaí.

Pero llegó una serie final por la zurda, con el toro tirando del fondo de nobleza y con el tanque de brío ya con la luz de la reserva que enloqueció al tendido: deslumbrante, templada, a cámara lenta y con ese punto de gracia de los toreros tocados por los duendes, que los hay, y que convierte un muletazo en sublime. La tanda fue premiada con las dos orejas y la puerta grande. Lo dicho, una tanda, esperada, ansiada y casi in extremis. En su soso y manso primero la cosa no pasó de intentarlo sobresaliendo con la capa.

El rejoneador portugués Joao Ribeiro Telles abrió plaza cortando un trofeo

A la vista del marcador parece que a la corrida se le caían las orejas pero ya se sabe que en este  Puerto de Santa María que tiene ya el listón muy bajo, todos son orejitas y vueltas al ruedo que, con pedirlas, Amazon las trae.

Abrió plaza el rejoneador Joao Ribeiro Telles. Los que saben nos dicen que porque Manzanares no quería abrir plaza. Lo que no abrió, a la vista de sus dos tardes en El Puerto fue la taquilla. El cavaleiro portugués –que había brindado su faena a Álvaro Domecq Romero– dejó excelentes pares de banderillas a un toro que se rajó hacia sol pero que le fue propicio para las suertes. 

Manzanares tampoco tuvo su tarde ayer y siguió en el tono gris de su anterior comparecencia. Con su primero, sin fuerza y descastado viniendo muy a menos, no se metió en honduras y con el molesto segundo de su lote, unas series cautas ante las coladas y peleonas por la derecha le valieron una orejita sin relieve.

Pablo Aguado, que por fin llegaba a esta plaza de matador tras las sustituciones y pandemias que lo han mantenido apartado también tuvo su cupo de orejita, en su primero. Muy bien con el capote, su empeño muleteril y de talles de clase con un toro muy bajo le dieron el trofeo. Con su parado segundo, de nuevo destacado con la capa,  lo intentó pero nada había que sacar . Nada.

Ficha técnica:

Ganadería: Uno para rejones de Murube –reglamentariamente despuntado y aquerenciado en tablas– y seis de Juan Pedro Domecq bien presentados pero descastados, muy bajos de raza y muy a menos en el último tercio 

REJONEADOR: Joâo Ribeiro Telles a la federica con casaca corinto, medio rejón contrario bajo OREJA

MATADORES:

Manzanares  de tinto y oro, estocada SALUDOS y estocada OREJA 

Juan Ortega de carmelita y oro, pinchazo y estocada delantera SALUDOS y estocada caída OREJA. A hombros. 

Pablo Aguado con terno verde y oro, que se presentaba de matador en esta plaza, estocada OREJA y dos pinchazos y estocada corta y tres descabellos y aviso SILENCIO

INCIDENCIAS: Media entrada con poniente. Abraham Neiro y José Manuel Muñoz saludaron tras banderillear al primero del lote de Ortega