Tribuna Libre

Sobre Javier Merello Gaztelu

  • Los hijos del ex-alcalde portuense rechazan que se retire su nombre del callejero

Dice la Ley de Memoria Histórica en su artículo 15 que “se tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”. Haciendo la salvedad de que este artículo no será aplicable “cuando las menciones sean de estricto recuerdo privado, sin exaltación de los enfrentados.”

Los descendientes de Francisco Javier Merello Gaztelu queremos denunciar públicamente el uso injusto que en muchos casos se está haciendo de una ley cuyo objetivo, como reza en la publicación del BOE del 26 de diciembre de 2007 firmado por José Luis Rodríguez Zapatero, es emular el “espíritu de reconciliación y concordia que guió la Transición”.

La retirada del nombre de nuestro padre del callejero municipal, propuesta por una comisión de expertos y aceptada por la edil Matilde Roselló, demuestra con la decisión adoptada en Junta de Gobierno Local por el actual equipo de gobierno una falta total de conocimiento de la historia de nuestra ciudad.

Nuestro padre fue responsable en gran medida del desarrollo turístico de nuestra ciudad como la conocemos hoy en día. Bajo su gestión afloraron zonas como Valdelagrana, negoció el establecimiento del Casino que tanto empleo creó y el verano del Puerto tuvo un apogeo que lo situó en el primer plano del turismo a nivel nacional. Proyectos que no pudo consolidar hoy se venden como novedosos, como es el caso del puente que una las dos orillas históricamente separadas del Puerto. Ya como alcalde, preconstitucional, nuestro padre fue responsable de la apertura del ayuntamiento a las asociaciones vecinales… asociaciones que hoy lo olvidan. Bajo su mandato, el centro de la ciudad experimentó un cambio significativo. Inició conversaciones con los partidos políticos y centrales sindicales, en una muestra clara de su vocación por hacer del Puerto una ciudad mejor y más justa.

Era una persona solidaria, todos nosotros recordamos como nuestra casa de la esquina de la calle Larga era un reguero constante de personas que iban en su busca para pedirle ayuda y jamás, jamás, se negó a recibir a nadie. Nuestro padre dio su vida por esta ciudad, literalmente hablando. Creó Navidad con Amor, que tanto ayudó a los más desfavorecidos, pues su vocación de servicio público era innegable. Aún hoy en día son numerosas las muestras de reconocimiento de personas de toda clase y situación social.

Es cierto, si, nuestro padre dedicó su vida a trabajar por una ciudad a la que amaba en tiempos de Franco e incluso ya fallecido este, pero al igual que muchos de los que hoy pueden estar leyendo estas líneas, vivieron su vida en aquella época. La Ley de Memoria Histórica ha de impedir el enaltecimiento de los represaliados, de la injusticia y premiar a los que obraron correctamente. Y nuestro padre lo hizo y aún hoy su labor es latente en nuestra ciudad.

En tiempos de Franco hubo quien actuó mal y quien actuó bien -en cierto modo igual que antes, que ahora y que en un futuro- pero no podemos dejar de reconocer los méritos de quien sólo hizo el bien por una ley mal interpretada por expertos en odio.Si nuestro padre tuviera voz en este asunto sabemos cuál sería su respuesta, casi la podríamos entrecomillar, sabemos que diría que sólo intentaba hacer lo mejor por su Puerto y que no merecía reconocimiento alguno. Pero una ciudad que no reconoce a sus ciudadanos y a sus obras jamás será mejor y mucho menos, justa.

Por ello solicitaremos que se nos expliquen las causas de tal decisión, tan poco fundamentada en la realidad. Que se nos explique cuál es el conocimiento histórico de nuestra ciudad de los “expertos” y por qué se han fundamentado en un mero calendario para elevar su propuesta a la señora Roselló. Y por último, que se paralice la decisión adoptada por la Junta de Gobierno Local en lo que respecta a nuestro padre. Queremos denunciar que se falta al espíritu de reconciliación cuando la decisión no nos es consultada y mucho menos trasladada y anunciamos que llegaremos hasta las últimas consecuencias para restablecer el buen nombre de nuestro padre.

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