Corría la década de los 80 cuando en El Puerto ocupaba la Alcaldía Rafael Gómez Ojeda, alguien a quien aún hoy se le sigue conociendo como "el alcalde de todos los portuenses".

La democracia otorgada -que no conquistada- iniciaba su andadura y las formas y la concordia presidían la vida pública, cuando Rafael decide acometer el cambio de un callejero que había dejado de corresponder a la realidad del momento.

Los supuestos méritos de sus protagonistas habían pasado a convertirse en vergonzantes y dolorosos deméritos, pidiendo a gritos un cambio de lugar en la ciudad y en el corazón de la ciudadanía.

El cambio se llevó a cabo sin miedo y sin sobresaltos, con la sensatez al menos formal que el nuevo régimen requería. En el limbo se quedaron un puñado de calles por olvido, ausencia de estudio o simple desconocimiento, las mismas que trascurridos ya casi cuarenta años aún permanecen haciendo honor a la dictadura y su heróica gesta. Las mismas para las que hacen falta leyes, propuestas, comisiones informes técnicos, plenos ostentosamente vergonzantes, campañas de prensa desvirtuadoras de la realidad……las mismas que durante cuatro años fueron objeto de un penoso proceso que llevó al cambio de dos de ellas y una plaza.

La oposición en su momento rechazó el cambio con indignación por considerar la medida intolerable, retrógrada y revanchista. Convertidos ya en equipo de gobierno, una de sus primeras medidas fue la adopción de tres nombres de víctimas para otras tantas calles. No cabe sino alegrarnos por ello. La justicia y la reparación de las víctimas entendemos que es el primer deber de toda institución democrática. Esperemos que algún día les alcance a todas.