Crítica teatral

Albert Boadella abre la temporada en el Teatro Pedro Muñoz Seca con una crítica al nacionalismo y a lo políticamente correcto

  • El dramaturgo representó la obra 'El sermón del bufón', donde hace un repaso a su vida artística y analiza la realidad política y cultural

El actor Albert Boadella abrió anoche la temporada en el Teatro Pedro Muñoz Seca.

El actor Albert Boadella abrió anoche la temporada en el Teatro Pedro Muñoz Seca. / Andrés Mora

El actor y dramaturgo Albert Boadella abrió anoche la temporada de otoño en el teatro municipal Pedro Muñoz Seca, con la obra titulada 'El sermón del bufón'. En un teatro abarrotado de público el actor analizó la etapa histórica que le ha tocado vivir, sus problemas durante el franquismo y en la época actual, y su desarrollo artístico como actor, con una larga trayectoria sobre las tablas. El dramaturgo y guionista de la obra mostró que sigue conservando sus cualidades sobre el escenario y su capacidad para divertir y provocar al público.

El actor salió a escena solo, con una escenografía sencilla, que estaba formada por una caja de la que extrajo algunos recuerdos de su niñez, como un cochecito, y un púlpito en el otro extremo del escenario, desde el que dirigió su crítica mordaz, en clave de humor, en especial contra la izquierda, lo políticamente correcto, el arte moderno y el nacionalismo catalán, del que ofreció una imagen delirante. Al fondo del escenario, se instaló una pantalla azul, en la que se proyectaron diferentes momentos de su larga trayectoria artística y en especial de algunas de sus actuaciones con la compañía Els Joglars, creada por él, a modo de recuento, aunque también algunos vídeos en tono de parodia que ridiculizaban el nacionalismo y el catolicismo.

La obra es una crítica de distintos aspectos de la realidad actual en clave de comedia, en la que el actor se desdobla en dos para relatar su propia experiencia en el mundo del teatro y las situaciones cómicas que se han presentado a lo largo de su vida y que él traslada a los espectadores durante la representación. El motor de la obra es ese desdoblamiento de la personalidad entre los personajes 'Albert' y 'Boadella', uno más salvaje e histriónico y el otro más reflexivo. Esto le sirve para hacer un repaso por su vida y por su propia experiencia en el mundo del teatro, que no sale muy bien parado en la representación, ya que acusa a su gremio de haber renunciado a la libertad y haberse encadenado al pensamiento único, “del que yo me largué hace 45 años”.

Tampoco se libran de sus críticas los tabús de la modernidad, desprestigiando de un plumazo la mayor parte del arte contemporáneo, y a una serie de pintores a los que calificó como “dioses de la modernidad”. En clave de humor llegó a calificar el Museo Reina Sofía como “tanatorio del arte”, para preguntarse posteriormente “¿Qué sería del Guernica sin el mito fascista? Sería como un simple grafiti”.

Aunque también criticó al Papa Francisco al subrayar: “Cómo confiar en un Papa que gusta hasta a los de Podemos” y parodió al rey emérito Juan Carlos I, sus críticas más salvajes se dirigieron a los nacionalistas catalanes y vascos, a los que acusó de “insultar y perseguir a los disidentes”, ridiculizándolos con un vídeo-parodia algo histriónico en los que los presenta como una tribu de cromañones furibundos que apedrean hasta destrozar el coche en el que él viajaba plácidamente. Dentro de este recorrido cómico por sus experiencias vitales, también relata en clave de humor su encuentro con Jordi Pujol, sus informes y maletines, parodiando los símbolos catalanes, y reconociendo él mismo “la mala uva de Albert, la vendetta del bufón”, en alusión al propio ajuste de cuentas que parece esta obra.

Aunque en el fondo, un bufón puede desprestigiar todo aquello que le apetezca, ejercer la crítica arremetiendo contra casi todo y sin ofrecer alternativas puede llevar a un cierto pesimismo. Y la obra de Albert Boadella suena, en este sentido, a despedida.

Al final de la representación, el actor llega a la conclusión de que en el arte lo único verdadero es la música y la poesía. “La vida, la muerte y el teatro, con música son más llevaderos”, reconoce. El dramaturgo fue despedido por el público puesto en pie con un sonoro aplauso e incluso con algunos gritos de “presidente”.

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