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Elecciones

Todos esos que vienen a buscarnos a nuestra casa

  • Podemos nació en un plató y la nueva política baja a la arena del plató para buscar audiencia y votos.

LOS políticos de antes de la guerra, de esta guerra, se encerraban en sus despachos, donde solían recibir muchas y agradables visitas, y desde allí bajaban hasta el coche oficial con aire acondicionado y chófer mudo. Posaban seriotes, se enredaban en debates vacíos, con sus castas todas, y había que ir a visitarlos a las inaguraciones de piscinas y pantanos; o a escucharlos en sus mítines, vocingleros, lejanos, con sus promesas de mantequilla.

Se acabaron los políticos vagos que había que ir a buscarlos con los sobres y las recomendaciones, cuyos mayores esfuerzos se traducían en alzar retoños cuando las campañas estaban ya casi ventiladas. Los votos cuestan su peso en cuota de audiencia y los políticos ya no pueden esperar a que caigan los clavos y las chiripas desde el cielo. Ahora son los amigos del cámara y de Ana Rosa Quintana y vienen a buscarnos, como martillos que nos golpean en todas las pantallas de plasma desde primera hora de la mañana y hasta en las perezosas noches de los sábados.

Pablo Iglesias se ganó su sillón de eurodiputado y el empujón a Podemos apareciendo con el ceño fruncido por los debates nocturnos y analizando la actualidad con cabreo de mico en Al rojo vivo y Las mañanas de Cuatro. Lo que hace dos años parecía una casualidad de la televisión se ha convertido en una tendencia y ya en estos últimos meses, una necesidad. Los políticos han encontrado el cariño volviendo a casa, a hablarnos a los ojos, a tratarse de tú entre ellos y a mostrarnos lo que escondían debajo del abrigo.

Ésta será la campaña del show, de la invasión por la evasión. En los últimos días Pablo Iglesias, uno del trío de los Azores del reciente debate sin Rajoy, se arrancaba con una nana hacia la geriátrica audiencia del tiempo feliz de María Teresa Campos, y también se las veía con las fauces de Ana Pastor; a la vez Soraya Sáenz de Santamaría se montaba en el globo de un independentista catalán con Jesús Calleja, sorprendido por la pericia conductora de la vicepresidenta, émula de La juventud baila en El Hormiguero y digna rival de Iceta. Albert Rivera lo ha pasado mal con Wyoming en El intermedio después de vencer en el duelo de cafés ante Iglesias en el bar de Jordi Évole. En Espejo público le rascan la barriguita, como también hace María Casado con los invitados a Los desayunos. Sánchez encendió la mecha hace un año, cuando se coló con una llamada en Sálvame. Ésa era la llamada al zafarrancho televisero, que ha incluido sus confesiones de plastilina en casa de Bertín, en bandeja de plata, mientras se peleaba con el exprimidor como si fuera el portavoz del PP.

Rajoy empezaba la semana con Piqueras, distraído de sus catástrofes, y la continuará cocinando con el señor Osborne esta noche. Un presidente con las manos en la masa, como Elena Santoja, que jugará al futbolín a la par que el Villanovense. Y empezará el puente acudiendo a la boca del lobo de La Sexta Noche. Él lo sabe. Los indecisos están sentados en el sofá.

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