Elecciones

Dos astros en el agujero negro

  • La reaparición tres lustros después del tándem González-Guerra en el macroacto de fe en Dos Hermanas se conjuga curiosamente con la evanescencia de Zapatero.

La conjunción astral reapareció a los quince años. Esos dos sevillanos que un buen día se pusieron manos a la obra para que "a España no la reconozca ni la madre que la parió", como dijo entonces (1982) de forma gráfica, su favorita, Alfonso Guerra, el ex vicepresidente del Gobierno que dirigía Felipe González, volvieron ayer a hacer dúo en el  beatífico velódromo de Dos Hermanas, donde más de 30.000 fieles  inyectaron  moral al candidato del PSOE, que sigue reponiéndose de la bofetada que le dio el día anterior ese implacable sondeo del CIS que deja al PSOE a los pies de los caballos de la mayor debacle electoral de su historia, por debajo de ese suelo ramplón de 125 diputados que aquilató Joaquín Almunia en  2000, cuando los socialistas eran    camaradas de  Izquierda Unida.

Alfonso y Felipe, Felipe y Alfonso, tanto monta monta tanto, sí que son profetas en su tierra y siguen cabalgando a lomos de la consideración de propios (se les rindió la afición socialista que llegó ayer en 530 autobuses que se fletaron desde toda Andalucía para asistir al macroacto de fe en el bastión socialista convocados bajo el lema La fuerza del sur) y hasta de extraños, sobre todo González, cuya valía ha sido ensalzada con más o menos empacho por el PP, más que nada por ningunear a su sucesor socialista al  frente del timón del país.

Nunca defraudan, su magnetismo ha sobrevivido al tiempo y aunque la relación personal entre ambos ya no es tan magnífica como la de aquellos años de vino y rosas en los que los socialistas se configuraban como la gran esperanza, quién mejor que ellos para iluminar el sombrío camino que se le avecina al PSOE. El ex presidente de la Junta de Extremadura Juan Carlos Rodríguez Ibarra asegura que, con el paso del tiempo, ha sido capaz de averiguar que el "distanciamiento" entre los dos ex gobernantes no obedece a que uno sea más de derechas o de izquierdas que el otro, sino que ambos "dejan de entenderse cuando necesitan explicarse, porque durante mucho tiempo no había hecho falta ninguna explicación entre ellos". Los compañeros de fatigas entre diciembre de 1982, cuando se formó el primer Ejecutivo socialista, y enero de 1991, cuando el número dos dimitió por un caso de corrupción y tráfico de influencias en aquel despachito de la Delegación del Gobierno en Sevilla que ocupó el hermanísimo Juan Guerra, volvieron ayer a compartir escenario, algo inédito desde la campaña de esas elecciones generales del 96 que abrieron el paréntesis de los ocho años de gobierno de Aznar.

Rubalcaba sabía que ayer no era el gran protagonista.  "Es muy complicado cantar después de Camaron y hoy me habéis puesto a los Beatles", proclamó. Los dos artistas estaban juntos, no codo con codo, les separaba la silla de la secretaria de Organización del PSOE andaluz, Susana Díaz, y están, como todos, más mayores,   así González recordó que en marzo de 2012 cumplirá 70 años y que confiaba a pesar de los pesares en la victoria del PSOE en las andaluzas. Y si las quinielas no fallan... "Me jubilo y me retiro a Honolulú", sentenció, en una intervención pausada y comedida que sonó por momentos más a académica conferencia sobre su fe europeísta para sobreponerse a la crisis que a mitin.

Más chispa lehabía echado antes  al asunto el inefable Guerra, algo afónico, lógico. Crecido entre banderas socialistas y republicanas -la más jocosa lucía un escudo monárquico-, nadie como el número uno por Sevilla al Congreso para poner algo de sabor con sarcasmo y mordacidad al insípido puchero de la política.  "La verdad amarga y quiero echarla por la boca", arrancó. Dicho y hecho: cargó contra las rebajas fiscales del PP, "algunos empresarios adelantarán el cambio de yate", la Iglesia, "registra como bienes propios los bienes comunales de los pueblos"; la honestidad del PP en la lucha antiterrorista, "Rajoy reconoce que no hubo concesiones políticas a ETA después de sus acusaciones de traicionar a los muertos";  el perfil de los conservadores, "algunos están en sectas como los Legionarios de Cristo o el Opus Dei", la banca, "las entidades financieras son más peligrosas que un ejército en combate"; y, claro, Rajoy, al que definió como "tumbado, perezoso, con galbana", en vivo contraste con el "inteligente y ágil " Rubalcaba, que asumió de buen grado su eclipsamiento temporal de ayer por los dos "viejos rockeros". "Claro que recurro a ellos, faltaría más, a alguno de vosotros se le ocurriría no hacerlo?", se preguntó retóricamente.

¿Quién sabe? Más claro está que pocos dirigentes socialistas van a recurrir a lo largo de la  campaña a glosar la figura y gestión de ese presidente del Gobierno que se bate en retirada, fuera de órbita. Su solapamiento fue ayer espectacular: Guerra ni lo mencionó, González lo nombró de pasada para recordar que se estrenó retirando las tropas de Iraq y Griñán lo medio citó por equivocación. Son las cosas de  marcar distancias que se ha impuesto el candidato del PSOE con el presidente del Gobierno que engrosaba hasta hace cuatro meses.  

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