Desde el epicentro madrileño

Cabeza de león

EN plena precampaña, en un foro madrileño muy fino donde se desayunan croasanes con café mientras un señor habla y contesta preguntas, el ex presidente Felipe González irrumpió declarando que el candidato socialista debía dejar el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero "ya" (sic) para centrarse en su trabajo como candidato. Alfredo Pérez Rubalcaba, muy presionado por la prensa, que un día sí y otro también le preguntaba para cuándo lo dejaría, le replicó, afectado por la intromisión, que se ahorrara el consejo porque sabía "muy bien" qué hacer. Posteriormente, en un corrillo con periodistas, el todavía vicepresidente primero del Gobierno y ministro del Interior deslizó, medio en broma, medio en serio, que Felipe estaba gagá. Ja, ja, ja (y echó unas risas). Posiblemente, si las encuestas no hubieran llevado meses anunciando que el PSOE iba camino de un desastre histórico, hubiera podido hasta tener razón este diputado de Cádiz más Cazalla y Constantina: el sevillano alterna momentos de lucidez con alguna salida de auténtica ventolera. También es verdad que, por su condición de jarrón chino, se lo puede permitir. "¡Qué carajo!", que diría él. Pero mira por dónde, ante una veta tan fea, el cántabro ha tenido que tirar de Felipe, que está volcado en la campaña como si fuera cabeza de león. Desde la campaña de 1996, cuando concurrió por última vez como candidato del PSOE, no tenía tanto protagonismo, incluida Cataluña, donde el PSC llegó a prescindir de facto de él, por ejemplo, en la campaña del referéndum sobre el Estatut. Durante estos once años de zapaterismo, el primer presidente del Gobierno socialista tras la restauración democrática fue apartado, ninguneado o ignorado en más de una ocasión. El vicesecretario general del PSOE, José Blanco, fue el encargado de ejecutar las órdenes de la superioridad. En esos días, quienes se declaraban felipistas se exponían a una condena demoledora: aprenderse de memoria El nuevo republicanismo de Petit y recitarlo de memoria en la Casa del Pueblo. Es curioso ver cómo algunos significados seguidores del leonés le aplauden ahora a rabiar y dan la espalda de forma ignominiosa a su todavía secretario general. Pero esa es otra historia. El caso es que Felipe no para de un lado para otro en un intento de ayudar a Pérez Rubalcaba y a su partido a paliar la derrota. Pero también se entrena para dar la batalla electoral de Andalucía, donde jugará un papel que aún nadie puede concretar.

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