Quien más y quien menos recuerda aquel momento que, por primera vez, descubrió el tesoro que tenemos entre las piernas. El ser humano es un ser sexuado. Esto implica que busquemos el placer por inercia, por puro gustito, que tendamos a restregarnos como hacen los perros contra las piedras del suelo para darse un masaje solo que por donde nos dé gustito. 

Según Carolina Armero, sexóloga y responsable de El Paraíso Secreto con la masturbación entramos en conexión con nosotros mismos al explorar nuestra propia sexualidad: “Es importante conocerse. Saber quién eres, qué te gusta, cómo, cuándo y por qué. Preguntarnos sobre nuestra sexualidad nos da respuestas. Y la masturbación es, de verdad, la mejor manera de quererse”. 

En realidad, nos masturbamos, prácticamente, desde que nacemos. Los bebés se tocan los genitales. Están conociendo su cuerpo. No lo hacen por placer, aunque ese acto se lo reporte. Lo hacen porque exploran. Ese es el inicio de esta bonita amistad. A partir de los ocho años, los infantes descubren que aquello, además, mola. Les da gusto. E insisten. Si se dan cuenta, normalmente, nos reímos mucho cuando un niño entra en la estancia tocándose los genitales. Es un hartón de reír, ¡hay que ver el niño! Lo malo es que esa sana reacción de ver que hace algo que le da placer no lo manifestamos cuando se trata de una niña. A la niña, rápidamente, la coaccionamos. El machismo se manifiesta en reacciones como esta, donde vemos divertido que los niños disfruten y nos escandalizamos cuando son ellas las que lo hacen. En realidad, lo único que debe hacer un padre cuando su recua se masturbe en su presencia es enseñarle a que eso debe hacerlo a solas porque forma parte de su intimidad. 

Es el primer paso para una buena educación sexual. 

El mero hecho de que el acto de la masturbación nos dé placer y recurramos a él para obtenerlo hace que el acto en sí ya sea una búsqueda de la felicidad. Carolina Armero lo resume fácil: “Si sabes que eso te gusta y vas a por ello, ya estás haciendo algo,directamente, por ti. Es importante esa implicación por obtener un resultado satisfactorio. Nos hace sentir mucho mejor con nosotros mismos”. 

Y de mayores, ¿qué?

De mayores sigamos aprendiendo y llevando a la práctica todo lo aprendido. Si ya hemos aprendido que algo nos da placer, exploremos todas las posibilidades que tiene. De ahí la importancia de intentar descubrir nuevas cosas. Y de que sepamos ayudarnos de lo que necesitemos para alcanzar ese placer que, por otro lado, nos pertenece. La capacidad de disfrute de cada uno es una parte importante de nuestra autoestima. Cuanto más la practiquemos, más estaremos haciendo por nosotros mismos. La masturbación no deja de ser aquello de hacer el amor con la persona que más quieres. Pues que se note. 

Explorar Es el principio de esta historia. La necesidad de conocer nuestro cuerpo hasta el punto de saber, exactamente, qué le reporta placer. Contestarnos a las preguntas de qué, cómo, cuándo y por qué. Para saber, exactamente, por dónde tenemos que ir cuando decidamos disfrutar de nuestra sexualidad. 

Calibrar No nos basta con saber, queremos comparar. Y para eso, nada como calibrar hasta qué punto lo que hemos hecho nos gusta. Saber qué pasa si lo hacemos más. Qué ocurre si improvisamos. En definitiva, conocernos. 

Masturbación

Repetir Al final, esto no deja de ser una cuestión de prueba-error. Así que, una vez que sepamos cómo funcionamos, solo tendremos que llevarlo a efecto. 

Aunque pueda parecer una bobada, tener un cuadernillo en el que apuntar los descubrimientos sobre nosotros mismos ayuda a ordenar los pensamientos y a desarrollar lo aprendido. Prueba. Ponle un bonito título y disfruta. Puede que se convierta en el cuadernillo de tus mejores secretos: el de la llave de tu placer. Habrá quien pagaría por conocer lo que has escrito en él…