Unos dicen que es por la efusividad de despedir el año, otros porque vemos a personas que no vemos a lo largo del resto de los meses y, aprovechamos, la festividad y los efluvios del alcohol para soltarnos la melena. Lo reconozcamos o no, es, justo, en estas fiestas cuando más sexo tenemos. Se ve que la Navidad nos pone cachondos.

Todos tenemos esa lista en Spotify a la que recurrimos cuando triunfamos. Esas canciones que nos hacen pensar, como pocas, en todo lo que podemos hacer en la cama. Nos dejamos mecer por los acordes de las canciones que más nos excitan y nos hacen creer que tenemos poderío. Todos tenemos una banda sonora para triunfar en la cama.

Después de una hecatombe personal, sea la que sea, una de las primeras reacciones es la falta de afectividad sexual. Nos deja de apetecer tener sexo. Nos olvidamos del deseo, dejamos de querer que nos toquen y nos escondemos debajo de las piedras hasta que amaine. Cuando la sexoafectividad es la que puede mimarnos y ayudarnos a superarlo todo.

Las pensamos porque no podemos reprimirlas. Son impulsos de nuestra propia inteligencia que se transforman en irrefrenables deseos de sexo. Las fantasías sexuales forman parte de nuestro repertorio mental y amatorio.

El deseo es tener intención por poseer algo o a alguien. Sexualmente, esa esa necesidad irrefrenable por compartir con esa persona todo lo que tenga que ver con tus sensaciones, tu placer y tu vida. Desear es uno de los verbos más bonitos de conjugar. Y no siempre se desea a una única persona.

Entendemos por fetichismo la atracción sexual por objetos inanimados que incluimos en nuestra parafernalia sexual porque nos excitan. Constituyen un acicate para la puesta en escena de la sexualidad y, en algunos casos, salvan matrimonios.

La de cosas que tenemos que hacer las señoras para cumplir con todas las expectativas ajenas. Ojalá nos dejaran un poquito para que pudiéramos ordenar nuestros pensamientos. La mayoría de las mujeres que tenemos hijos queremos cumplir con todos, incluyéndonos a nosotras mismas, para eso no queda otra que ser madre, esposa y amante.

Dijeron que nos quedaríamos ciegos, que era pecado. Dijeron mil y una cosas para que no nos conociéramos ni nos exploráramos. Pero lo que, realmente, hicieron fue inculcarnos un sentimiento de culpa que ha conseguido que no fuéramos felices. Se acabó. La masturbación nos da la felicidad porque nos queremos con ella.

A ver quién es la guapa que reconoce en público que, en la cama, lo que más le gusta es que la pongan a cuatro patas y le den por detrás. Podríamos describirlo de otros muchos modos pero así suele ser el sexo anal. Ese del que no hablamos pero que gusta.

Fue uno de los regalos más comprados en el Black Friday de 2019, con el confinamiento se cuadruplicaron sus ventas, el succionador de clítoris es la estrella de los juguetes eróticos. Pero, ay, amigas, no es oro todo lo que reluce. Hay quien le ha encontrado fallos.