En la madrugada de ayer ingresó en el castillo de Santa Catalina el general Sanjurjo, condenado a la pena de muerte y después conmutada por la de reclusión perpetua por los sucesos de agosto de 1932.
Sanjurjo había salido del penal del Dueso y embarcado en el cañonero Cánovas del Castillo, que anoche fondeó en la bahía de Cádiz. Hasta el cañonero fue un remolcador con varios policías y el delegado de la autoridad marítima, Abárzuza. La llegada del general fue rodeada de un gran misterio y no se permitió que los fotógrafos ejercieran su trabajo.
A las tres de la madrugada llegó al muelle el general, escoltado por varios policías. Fue saludado por sus amigos de Cádiz, José García Villaescusa y Aurelio Sellés. Vestía abrigo con bufanda y boina.
En tres automóviles, Sanjurjo y sus escoltas se dirigieron hasta el castillo de Santa Catalina, donde era esperado por las autoridades del establecimiento. El general fue conducido a las habitaciones que estaban preparadas mientras se telegrafiaba al Gobierno de su llegada.
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