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El análisis

Joaquín Aurioles

El mercado del voto y la competencia imperfecta

La existencia en España de núcleos con elevada densidad de voto complica las encuestas, por ejemplo, a la hora de imputar el voto oculto, que tradicionalmente caía del lado del PP.

SUPONGAMOS un mercado lineal, por ejemplo una carretera a lo largo de la cual los consumidores se distribuyen de manera regular, abastecido por dos empresas, por ejemplo dos restaurantes o dos supermercados, que ofrecen un servicio similar a sus clientes. Si desde el punto de vista del interés general la localización óptima es la que permite minimizar y repartir equitativamente el coste de los desplazamientos, lo ideal sería que una de ellas se situara en un punto intermedio de la mitad izquierda de la carretera y la otra en el equivalente de la mitad derecha. Cada una disfrutaría de un mercado cautivo entre la ubicación elegida y el extremo más cercano de la carretera (inaccesible para su competidor por los elevados costes de desplazamiento), aunque tendrían que competir por el espacio intermedio. Si tanto los productos como los precios son similares, el resultado sería que a un consumidor situado justamente en el centro de la carretera le resultaría indiferente acudir a cualquiera de los dos restaurantes o supermercados. Éste sería, por tanto, el límite de las áreas de mercado de cada una de las empresas.

La situación descrita es, sin embargo, inestable (un economista diría que no es de equilibrio) porque si una de las dos empresas, por ejemplo, la situada en la mitad izquierda, decidiera desplazarse a la derecha, es decir, hacia el centro, conseguiría ampliar el tamaño de su mercado cautivo (el que quedaría a la izquierda de su nueva ubicación), reduciendo el espacio central abierto a la competencia. Al consumidor situado en el punto central de la carretera le resultará ahora menos costoso acudir al oferente de la izquierda, porque la distancia que debe recorrer se ha reducido, mientras que para encontrar al consumidor indiferente habría que desplazarse hacia la derecha. Al observar que una parte de sus clientes se han pasado a la competencia, la empresa de la derecha reaccionará, probablemente desplazándose también hacia el centro. Conseguiría restaurar el tamaño inicial de los mercados, aunque a base de ampliar la parte cautiva y reducir el espacio abierto a la competencia. La situación se mantendrá inestable hasta que ambas terminen localizándose en el punto central de la carretera, cuando hayan desaparecido los incentivos a nuevos cambios. El resultado final es, sin embargo, indeseable desde un punto de vista social porque aumenta el coste de los desplazamientos, especialmente para los residentes en cada uno de los extremos del mercado.

Enfoques de este tipo pueden resultar de utilidad para el análisis del mercado del voto y el comportamiento estratégico de los partidos políticos. El ejemplo utilizado podría servir para explicar el desplazamiento al centro ideológico de los partidos hegemónicos durante las contiendas electorales, con el fin de maximizar el tamaño de la parte cautiva de su mercado e intentar minimizar la de su competidor, aunque no deja de ser un ejercicio teórico cargado de hipótesis que con frecuencia nos alejan excesivamente de la realidad.

Podría mejorarse, por ejemplo, considerando que cada empresa oferta un producto diferente de la otra y que, por lo tanto, cada una de ellas se adapta mejor a una parte del mercado, aunque el pronóstico sigue siendo la concentración final de ambas en torno al centro. Mantengamos la hipótesis de que la población se distribuye regularmente a lo largo del mercado, pero que las rentas más bajas están a la izquierda y las más elevadas a la derecha. En este caso cabe esperar que el restaurante de la izquierda ofrezca un menú más barato que el de la derecha. A pesar de ello, el restaurante de la izquierda sigue teniendo incentivos para intentar arrebatar una parte del mercado a su competidor, ofreciendo un menú como mayor calidad y precio. Si éste reacciona, el resultado final, en el caso del mercado de votos, sería nuevamente la aproximación de las dos ofertas a las preferencias de los votantes del centro, con el consiguiente abandono relativo de los intereses de los extremos.

Como es lógico, los resultados van cambiando a medida que se revisan las hipótesis. Si suponemos que la población no se distribuye regularmente, sino que existe una clase media concentrada mayoritariamente en algún punto del mercado, el pronóstico de confluencia de las ofertas se mantiene, aunque no necesariamente en el centro del espectro ideológico, sino que se desplaza hacia los espacios donde la densidad del voto es mayor. Otra opción, más cercana a la realidad actual en España, es la posibilidad de nuevos competidores en el mercado, atraídos por el tamaño de una demanda insatisfecha como consecuencia del desplazamiento de los partidos hegemónicos hacia el centro. En este caso, el pronóstico sería la apertura simultánea de diferentes espacios de competencia. Por un lado en el entorno de los puntos con mayor densidad de votos (clases medias o votante medio). Por otro, el retorno a las posiciones intermedias (alejadas del centro), con el fin de competir en los espacios ideológicos naturales.

La realidad en España es más compleja debido a la existencia de diferentes núcleos con elevada densidad de voto (por ejemplo, en Cataluña, donde el conflicto del independentismo se superpone sobre el espectro ideológico tradicional), lo que complica todavía más la cocina de las encuestas. Se complica, por ejemplo, la imputación del voto oculto, que tradicionalmente terminaba cayendo del lado del Partido Popular; o la resolución del efecto columpio o balancín, según el cual la mayor parte de los votos perdidos por uno de los dos grandes partidos terminaba explicando las ganancias del otro.

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