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Joaquín Aurioles

Universidad de Málaga

Por qué la inflación es tan elevada en España

Puesto de pescado con los precios en las etiquetas

Puesto de pescado con los precios en las etiquetas / Alberto Domínguez

En Alemania decidieron cerrar las centrales nucleares tras el desastre de Fukushima (2011) y aceptaron incrementar su dependencia del gas ruso. En los países bálticos la inflación es normalmente más elevada que en el resto de la Unión y la causa es la dependencia de Rusia. Son rigideces estructurales que, tras la invasión de Ucrania, se han hecho especialmente costosas para esos países. Los bálticos padecen los niveles de inflación más altos de la Unión, pero Alemania ha conseguido mantenerse por debajo de la media europea, pese a ser uno de los más afectados. En España es inferior a la de los bálticos, pero superior a la alemana y a la del resto de las grandes economías europeas, pese a padecer mucho menos que el resto las consecuencias directas de la guerra. Incluso antes de la crisis diplomática con Argelia y de echar por tierra la privilegiada situación de aprovisionamiento de gas argelino y de la distancia al conflicto bélico, la inflación española ya era superior a la media europea y la explicación está en las rigideces estructurales de nuestra economía.

La inflación es casi siempre un fenómeno monetario, es decir, la consecuencia de un crecimiento excesivo de la cantidad de dinero en circulación, aunque con excepciones. Entre ellas, la de los cuantiosos estímulos monetarios posteriores a la crisis de 2008, sin implicaciones inflacionistas significativas, al menos hasta mediados del pasado año, cuando justamente comenzaban a retirarse. Sí que facilitaron, en cambio, un sólido proceso de recuperación, en el que todavía estábamos cuando apareció el coronavirus. Hasta entonces los estímulos monetarios funcionaron como un incentivo al crecimiento y a la creación de empleo y las perspectivas para las economías europeas eran muy favorables. España, que había sido una de las más perjudicadas tras 2008, también fue una de las más retrasadas en la recuperación, aunque terminó con las mejores expectativas de crecimiento a partir de 2014 y con la mayor tasa de crecimiento del continente en el año 2016.

Es una característica de la economía española relacionada con sus rigideces estructurales. Acusamos más el golpe que el resto porque nuestras defensas son débiles y tardamos más en reaccionar porque las restricciones tecnológicas y de capital humano son mayores. Finalmente, conseguimos colocarnos en el pelotón de cabeza durante la recuperación, debido a que nuestra dependencia de los impulsos que vienen de fuera nos resulta muy beneficiosa en las coyunturas expansivas, pero este modelo de comportamiento nos hace particularmente vulnerable a las tensiones inflacionistas. Veamos por qué.

Cuando la demanda agregada aumenta, las empresas producen más y la economía crece. Cuando las empresas están al límite de sus capacidades, los nuevos incrementos de demanda solo pueden atenderse con esfuerzos extraordinarios de producción, con importaciones o con aumento de los precios. Lo que caracteriza a una economía flexible es la capacidad para encontrar fórmulas para resolver el problema del exceso de demanda sin tener que recurrir, como haría una rígida, a la subida de precios. La inflación sería, según esta interpretación, el mecanismo de respuesta a las tensiones en los mercados, frente a las que una economía con rigideces estructurales carece de respuestas alternativas.

La elevada tasa de inflación española sería en gran parte reflejo de la abundancia de rigideces estructurales que dificultan las respuestas ágiles a las tensiones en los mercados. Cuando estas tensiones se trasladan de unos mercados a otros, se genera un problema estructural que puede desembocar en una situación de estanflación (estancamiento más inflación). Las rigideces estructurales también ayudan a entender otros problemas, como las elevadas tasas de paro que tenemos en España, y muy especialmente en Andalucía, a las que sin duda contribuyen factores como los obstáculos a los desplazamientos de población o los fallos en el modelo de negociación colectiva, en la medida en que condicionan la respuesta del mercado de trabajo a las perturbaciones externas.

Buena parte de las rigideces están relacionadas con la tecnología, de la que con frecuencia depende la capacidad de ofrecer una respuesta inmediata a dichas perturbaciones y minimizar sus consecuencias adversas. También con el capital humano por razones similares, pero la fuente más importante de rigidez en una economía es la institucional. Especialmente las leyes, es decir el aparato normativo de garantías en el que se desenvuelven los mecanismos que han de velar por nuestros intereses particulares, como el derecho de propiedad, y colectivos, como la fortaleza de la moneda o la eficacia de la justicia por su incidencia en el contexto de seguridad jurídica en el que han de desenvolverse las empresas.

También la acción de las administraciones públicas y del conjunto de las instituciones del Estado forman parte del entramado institucional. El sistema fiscal, las infraestructuras públicas de transporte o la competencia del entramado educativo e investigador en las universidades públicas dependen de ellas y de su capacidad financiera y ejecutiva para intervenir cuando la coyuntura se vuelve adversa y evitar que los precios se conviertan en la principal vía de canalización de las tensiones que se generan en la economía.

La pregunta no es sólo si las instituciones ofrecen en estos momentos la capacidad de reacción que exigiría la confirmación de los oscuros pronósticos económicos para después del verano, sino incluso si alguien está pensando en el tipo reformas que habría que impulsar para reducir las rigideces estructurales frente a las adversidades. Los analistas no terminan de ponerse de acuerdo en sus estimaciones de inflación de cierre del año. La mayoría se mueve en la banda del 8% al 10%, pero coinciden en pronosticar que habrá descenso durante el cuarto trimestre y se mantendrá el próximo año. La vuelta al orden en los mercados de materias primas y en las cadenas de suministros, así como la estrategia monetaria del BCE son los principales culpables del optimismo. También los fondos europeos a la recuperación, aunque la posibilidad de que podamos beneficiarnos de ello cuanto antes volverá a depender de los obstáculos que planteen las rigideces de nuestra economía. En especial, las de naturaleza institucional.

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