Agricultura

La depresión silenciosa

  • La renta agraria es en 2012 mil millones menor que la de 2008 y se estanca en niveles de hace diez años. La dependencia de las ayudas, cada vez mayor.

Se suele considerar que el sector primario es un refugio, sobre todo tras el hundimiento de la construcción. Y es cierto que ha cubierto huecos, pero también lo es que, especialmente en los últimos años, la actividad agraria y ganadera camina en una pendiente descendente que sólo se empina -y no mucho- en años esporádicos. La renta agraria es el indicador de la riqueza del campo: en el haber está el valor de la producción y las ayudas; y en el debe los costes asociados, los impuestos y las amortizaciones. En Andalucía, su valor se ha situado en los últimos cuatro años en cifras que, con la excepción de 2006, hacen retroceder diez años en el tiempo al sector, según los datos publicados por la Consejería de Agricultura. En 2009, 2011 y 2012 la renta ha sido muy similar, en el entorno de los 7.400 millones de euros [ver gráfico], algo muy extraño en una actividad tendente a la oscilación. Y en 2010 el repunte respecto a 2009, terrible año marcado por el hundimiento de precios, fue sólo de apenas 400 millones de euros. Lejos quedan ya el resultado de 2007 y 2008, que superó de largo los 8.400 millones de euros. Hoy, la riqueza generada por el campo andaluz es en números redondos 1.000 millones más baja.

Y gracias a las ayudas agrarias no es peor aún. El llamado valor añadido bruto (VAB), que sólo tiene en cuenta el valor de la producción y los costes para afrontarla, se ha situado en 2012 en el nivel más bajo desde 1996, 6.637 millones de euros. En los últimos ocho años, con las ayudas desvinculadas de la producción, lo máximo que se ha alcanzado han sido los 7.695 millones de euros en 2008. Mil millones más que en 2012.

Mientras, el grueso de las ayudas cada vez es más importante para la agricultura y la ganadería andaluza. El pago único, que concentra entre el 80% y el 90% del total, supone ya el 24% de la renta del agricultor (a fecha de 2012), y sin contar las subvenciones a la producción, que aunque en menor medida todavía están ahí (entre un 10% y un 15% del total). En 2006, año en que arrancó la PAC en vigor, el peso del pago único era del 20%. Bajó en 2007 y 2008 pero con la crisis ha vuelto a repuntar. En provincias como Jaén, donde prima el olivar, este porcentaje se eleva al 35%.

El valor de la producción -que combina los rendimientos del cultivo o de la ganadería con los precios obtenidos por el agricultor- ha registrado en los últimos años un comportamiento de diente de sierra, aunque con un fuerte bajón entre 2008 y 2009, cuando pasó de 10.684 millones a 9.492 millones. Desde entonces, bajadas y subidas, pero nunca sin superar los 10.000 millones. La producción cae en menor medida que la renta agraria y el valor añadido bruto. La clave del descenso de la riqueza, pues, hay que encontrarla en los consumos intermedios (gasto en energía, piensos, material, etc.), que sí ha experimentado un alza gradual y sin descanso desde 2009. Ese año este apartado suponía para la agricultura andaluza 2.706 millones de coste. En 2012 el gasto asciende a 3.270.

Por sectores, el elemento de referencia es la producción. Así, se observa que la remolacha se ha convertido en residual, y de facturar 142 millones en 2002 ha pasado a hacerlo por 24 diez años después. El algodón también ha sufrido, pero su resistencia es mayor. De los 290 millones de 2002 y 2003 a los 144 del último ejercicio. Un sector clave como el de las hortalizas -no sujeta al pago único y con Almería como provincia clave- se mantiene más o menos bien. El nivel máximo lo alcanzó en 2008, con 3.561 millones de euros, y durante la crisis no ha caído por debajo de los 3.000 millones. Sólo estuvo a punto en 2011, con motivo de la crisis del pepino. En 2012 vuelve a levantar el vuelo, con 3.300 millones en ventas. Destaca, en este apartado, la pujanza de Granada, que incluso en el fatídico 2011 incrementó su producción de hortalizas y ya se sitúa en 589 millones cuando en 2009 apenas superaba los 300. Precisamente Granada es la única provincia cuya renta agraria en 2012 (943 millones) supera el guarismo de 2008 (787 millones)

Otro sector clave, el del aceite de oliva, está lejos de esas facturaciones que rondaban los 3.000 millones de euros a finales de los años 90 y en los primeros años de la década de 2000, al albur de la antigua PAC. En los últimos años, con producciones récord (salvo la última campaña, que ha sido desastrosa), ha oscilado entre 1.200 y los 1.800 millones de euros de 2012, cuando por fin se ha elevado el valor en origen del producto y se ha dado salida a la gran cantidad de aceite almacenado. El valor de la aceituna (tanto de mesa como para almazara) ha oscilado desde 2006, según los años, entre los 650 y los 950 millones, excepto en la última campaña, en el que el desplome de la producción ha reducido las ventas a sólo 458 millones.

La ganadería, por su lado, alcanza los 1.595 millones de euros en ventas en 2012, el 16% de la producción total. Esta cifra es récord en Andalucía. Desde 2011 este subsector se ha recuperado largamente del fuerte tropiezo de 2010, cuando se pasó de los 1.591 millones del año anterior a 1.390. Sin embargo, el buen dato hay que matizarlo con el contrapeso que suponen los consumos intermedios y dentro de ellos los piensos, cuyo valor se ha disparado en los últimos tiempos.

Es precisamente la buena evolución de la ganadería lo que explica que a nivel nacional los resultados agrarios hayan sido mejores que en Andalucía en el último año, con un crecimiento de la renta agraria del 2,4% frente al escaso 0,1% regional. El peso ganadero a nivel nacional es del 30%, mientras que en Andalucía es del 15%. Aun así, la producción total crece menos en el Sur (1,16% frente a 4,3%), la vegetal también (0,19% frente a 1%) y por supuesto la ganadera (5,6% frente a 10%). En una perspectiva más general, y no sólo de un año, se observa que el peso de la agricultura andaluza sigue siendo en España cuantitativa y cualitativamente alto. Concentra el 32,6% de la renta agraria nacional con sólo 23% del valor de la producción, lo que demuestra que los rendimientos son mayores y que hay una estructura más competitiva (el gasto en consumos intermedios es el 15,3% del total). Es cierto que la región concentra el 29% de las ayudas (al menos de las relativas al pago único) pero también lo es que el peso del valor añadido bruto, que no tiene en cuenta las subvenciones, es tres puntos superior: un 32,6%. La realidad es por tanto que, más allá de la coyuntura del último año, la depresión silenciosa en la que está sumida la agricultura es un fenómeno nacional, y no sólo andaluz.

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