Jerome Kerviel cerró un momento los ojos y un murmullo recorrió la sala. Cinco años de cárcel -de los que tres son de obligado cumplimiento- para el causante de uno de los mayores escándalos especulativos de todos los tiempos, el del banco Société Générale. El ex empleado deberá devolver además a la entidad el dinero que "se esfumó" por su culpa, la astronómica cifra de 4.900 millones de euros. Una sanción más bien simbólica, ya que el último salario de Kerviel fue de 2.300 euros, por lo que tendría que trabajar casi 180.000 años para pagarlo. Su abogado calificó el fallo de absurdo y anunció que apelará.

Kerviel daba la impresión en la sala de estar en un funeral: traje negro, corbata negra, los brazos cruzados al frente. El acusado, de 33 años, siguió la lectura del fallo, que duró una hora, con atención y casi sin reaccionar. Sólo el movimiento de su pie delataba su impaciencia. Los psicólogos habían determinado previamente que es una persona equilibrada sin problemas mentales. De hecho el juez le echó en cara el ponerse en el papel de víctima durante el juicio y culpar al banco. Es cierto que el ex trader no se enriqueció personalmente con sus especulaciones, pero contaba con una buena bonificación, opinó el magistrado. El tribunal lo encontró culpable de todos los cargos: falsificación, abuso de confianza y manipulación fraudulenta del sistema informático. Kerviel era consciente de sus actos, indicó el juez, que recordó un mail a un compañero en el que reconocía que pronto acabaría en la cárcel. Algo que al final se reveló cierto.

Société Générale sale como ganador del proceso. Tras el escándalo, el banco echó -pagando una buena compensación- a su entonces director general, Daniel Bouton. Investigaciones de la autoridad bancaria y del gobierno francés constataron grandes fallos organizativos y de control en el banco. Pero ante el tribunal la entidad se mostró como una víctima, y la corte coincidió con esta visión.