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Economía

Obama lleva al Congreso un plan de estímulo multimillonario

  • El presidente electo de Estados Unidos ha calificado como su prioridad absoluta sacar adelante un plan de estímulo fiscal que evite que el desempleo estadounidense llegue a los dos dígitos.

El presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, presentó hoy al Congreso un plan de estímulo que podría acercarse a 800.000 millones de dólares en dos años, destinado a afrontar la situación "extraordinaria" que vive su país.

Olvidado ya el sol navideño de sus vacaciones en Hawai, Obama dedicó su primer día como residente permanente en Washington a la que ha calificado como su prioridad absoluta: sacar adelante un plan de estímulo fiscal que evite que el desempleo estadounidense llegue a los dos dígitos.

Tras despedir en el hotel Hay-Adams, donde está hospedado temporalmente, a sus hijas Malia y Sasha, que hoy iniciaron las clases en su nueva escuela, Obama se dirigió al Congreso, que tiene la clave del éxito de su plan.

"Tenemos por delante de nosotros un desafío económico extraordinario. Esperamos un informe de empleo sobrecogedor a finales de esta semana", dijo el presidente electo al llegar al Capitolio, donde se reunió con los principales legisladores demócratas y republicanos.

El Departamento de Trabajo divulgará el próximo viernes las cifras del desempleo de diciembre, que los analistas creen que mostrarán una destrucción de más de medio millón de empleos, lo que elevaría el paro en tres décimas, hasta el 7 por ciento.

Con su plan de estímulo, Obama ha dicho que pretende crear tres millones de puestos de trabajo.

La cuestión es cómo usar el dinero de la mejor forma. Hoy fuentes de su equipo de transición revelaron que del paquete total, que se estima en 775.000 millones de dólares (557.000 millones de euros) en dos años, más de 300.000 millones (215.600 millones) serán rebajas de impuestos.

La medida parece diseñada a seducir a los republicanos en el Congreso, afines a devolver dinero al contribuyente en lugar de engrosar la maquinaria del Gobierno con nuevos gastos.

Según el plan, la mayoría de los trabajadores recibirán 500 dólares y las parejas 1.000, lo que consumirá aproximadamente la mitad de los 300.000 millones de dólares.

La otra mitad serán bajadas tributarias para empresas, incluidos incentivos para hacer nuevas contrataciones.

El resto del paquete consistirá en inversión en infraestructura, ayudas para los estados y los pobres, y algunas de las promesas electorales de Obama, como la mejora del sistema de salud y un uso más eficiente de la energía.

El volumen insólito de los desembolsos ha asustado a algunos republicanos y demócratas moderados, que prevén con horror un salto de la deuda nacional.

Sin embargo, incluso la Reserva Federal, siempre preocupada por los presupuestos públicos, respalda esta vez un plan contundente de estímulo fiscal, ante la gravedad de la crisis.

La presidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi, había deseado despachar el proyecto de forma expedita en el Congreso y tenerlo listo como regalo para Obama cuando el 20 de enero jure la Presidencia, pero aparentemente no podrá ser así.

Robert Gibbs, el portavoz del presidente electo, ha indicado que esa perspectiva es "muy, muy improbable", mientras que el "número dos" de los demócratas en la Cámara Baja, Steny Hoyer, ha dicho que espera la aprobación para finales de mes.

En todo caso, Pelosi garantizó antes de reunirse hoy con Obama que el nuevo Congreso "se ocupará sin demora" del programa para "aliviar el dolor que sienten los estadounidenses".

Para ello, Obama intenta evitar que la oposición de un puñado de legisladores atrase un plan que considera imprescindible y comenzará a hacer sus deberes hoy, con una visita de importante contenido simbólico al líder de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, y en la Cámara Baja, John Boehner.

Además de con Pelosi, el presidente electo también se encontrará con el líder de los demócratas en el Senado, Harry Reid.

Con ello, dejará aún más en la sombra al todavía presidente, George W. Bush, quien pese a la confirmación de que Estados Unidos ya está inmerso en la recesión, no ha querido impulsar un programa de estímulo presupuestario en los últimos meses de su mandato.

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