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Tribuna Económica

gumersindo / Ruiz

Instituciones y riqueza de las regiones

James Robinson, en una conferencia sobre su libro 'Por qué fracasan los países', apuntó a la incompetencia de las instituciones, públicas y privadas como responsables del descalabro. La intervención pública sería la solución.

Son muy interesantes las reflexiones de los profesores Francisco Ferraro y Joaquín Aurioles en este periódico sobre el tamaño del sector público andaluz y su papel en nuestra economía. Por mi parte, no veo que sea una cuestión a valorar sólo por el número de funcionarios, pues las pequeñas diferencias con otras regiones comparables podrían explicarse por factores demográficos y de distribución espacial de la población. Además, depende de qué funcionarios se traten, pues en una economía donde servicios esenciales como la educación, la sanidad y la seguridad se prestan por el sector público no podemos decir que sobren funcionarios.

Hace unos días tuve ocasión de asistir en la Fundación del Pino a una conferencia de James Robinson, coautor del famosísimo libro Por qué fracasan los países, que comentamos aquí hace ya años. El argumento principal es que unos países pueden tener instituciones inclusivas, que proporcionan un ambiente e incentivos para que la gente estudie, trabaje, innove y emprenda; y otros, instituciones extractivas, que operan de manera opuesta. Según los autores, el fracaso de los países se debe principalmente a que sus instituciones, públicas y privadas, son malas. Hay, sin embargo, casos que no encajan en la tesis del libro, y sobre todo, no tiene en cuenta que la institución que más está afectando a nuestra vida cotidiana, el Banco Central Europeo (BCE), que compra la deuda pública y ha rebajado las cuotas de las hipotecas a niveles ridículos, ni es elegida democráticamente ni sabemos qué consecuencias futuras tendrá lo que está haciendo.

Lo más interesante de la conferencia fue el coloquio, donde se pusieron de relieve las siguientes ideas. Primero, es indiscutible que la intervención pública resulta fundamental para desarrollar la economía; esto ocurre con las telecomunicaciones, el transporte, la ciencia y la tecnología, la sanidad, y el desarrollo industrial, como ocurre en Singapur, Noruega o China; o la financiación de las medianas empresas industriales por los bancos locales alemanes. Segundo, España -y Andalucía en lo que nos toca- tiene instituciones sociales, económicas y políticas sólidas; pero necesita una reforma política, empezando con que las listas electorales sean abiertas, mejorando así el funcionamiento de los partidos; también hay que revisar las instituciones regionales, ya que los problemas principales se inician y enquistan en las regiones. Tercero, la actual incertidumbre política hay que verla con optimismo, pues es una buena ocasión para hacer más inclusivas nuestras instituciones; los cambios institucionales se han debido siempre a movimientos civiles que los han propiciado, y ahora podemos estar en España ante la oportunidad de dar una media vuelta de tuerca y reforzarnos institucionalmente.

Más allá del tamaño y el papel del sector público, los profesores Ferraro y Aurioles siguen desde hace años una línea que me parece valiosa y útil, y se concreta en propuestas muy elaboradas de mejora del funcionamiento de las instituciones para que sean más inclusivas, esto es, para que no obstaculicen sino que impulsen lo que de creativo y bueno podamos tener en Andalucía.

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