Doña Cuaresma

I love Quiñones

Estoy más disgustada con el Tino ese que Shakira con Piqué. Esta pandilla de menesterosos no respeta ya ni las canas del hombre que debe pregonar la fiesta de las carnestolendas. Reniego de ti como persona, le dijo el muchachito, mientras los gritos de sus comparsistas profanaban al caballero de la triste figura. ¡Qué atrevimiento! No puedo negar, como ya es sabido, mi repugnancia biológica hacia todo lo que huela a papelillos y serpentinas, pero, dicho esto, reconozco que si ha habido un poeta con el que he llegado a reconciliarme con el paso del tiempo ha sido Quiñones. No es sólo que su apellido me recuerde al insigne Fernando, eterno alcalde de La Caleta, sino que nació en Bendición de Dios, una de mis calles preferidas de Cádiz, y, por si eso no fuera suficiente motivo, ha dedicado infinidad de letrillas a difuntos, y ya saben ustedes que yo es que muero por una misa en recuerdo de esas almas que ya subieron la escalera del cielo. Así que mucho ojito con quien se atreva a meterse con Quiñones, o se las verá conmigo. Me bajo la toca, me garabateo unas pinturas de guerra en el rostro y me bato con un bombero, con un quijote o con un capitán con ínfulas de poetilla. Mi amiga Pura, que no puede evitar seguir eso que llaman el COAC mientras hace ganchillo al resguardo del calorcito de su mesa camilla, me dijo que no recordaba otro ataque tan virulento a un pregonero de la propia fiesta. Que se metieron una vez con el hermano mayor de un tal Ismael Beiro o algo así. No sé. Me cansan estas charlas carnavalescas. En resumen, I love Quiñones.

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