Doña Cuaresma

Tres carpas, ¡tres!

Me encontraba releyendo un Diario atrasado mientras escuchaba en Radio María un reportaje sobre el martirio de Santa Úrsula y comprobé, con más asco que asombro, que el alcalde ropasuelta y sus secuaces pretenden molestar a la vecindad no con una carpa de Carnaval, sino con tres. Una para los jóvenes descarriados, otra para sus padres (más descarriados aún) y otra para esas personas mayores que han perdido el sentido del ridículo y se disfrazan de cosas zafias (viejas con escote y viejos salidos arrimándose y babeando). Una semana de chunda-chunda todas las noches. Un bombardeo desde distintos puntos de la ciudad. Regueros de vómitos por todas partes a la mañana siguiente, que impedirán el transcurrir moralizante y salvador de los rosarios de la aurora, tan necesarios en estos tiempos impíos. Ya me estoy preparando para evitar el ruido de las carpas del demonio. Mi recovero me ha regalado unos cartones de huevos para las ventanas y mi amiga Candelaria me ha prestado unos tapones de cera sobrante de los cirios del Prendimiento que me colocaré cada noche. A esto nos obligan estos concejalillos, aliados de los gaditanos a los que les gusta esta fiesta del chusmerío. He llegado a sopesar la idea de pedir al tal Ares que me deje meterme con la comparsa en el subsuelo durante esa semana. Una manta, un rosario, un camisón hasta los tobillos, dos paquetes de recortes de hostias y un cirio pascual. Con eso me bastaría para sobrevivir al ataque de las bestias.

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