Defendiendo el tipo

Vamos allá

UNA ciudad que dedica dos meses al año a cantarse a sí misma no debe estar bien de la cabeza.Y no, no lo está. Cádiz, tiesa, teatral, indescifrable, dócil y mansa por la mañana, intransigente y rabiosa por la tarde. Lleva disolviéndose en el mar tres mil años y aquí sigue, siempre al borde de un patatús fingido, la ciudad donde nunca pasa nada pero donde puede pasar de todo, con sus sueños de libertad contaminados por las bobadas cotidianas. Entonces, ¡tachán!, llega el carnaval para rematar esa chalaura.

Llega con todo el papel vendido para las preliminares del Falla, ese escaparate de vanidades envueltas en foame y purpurina. Es lo que hay: el carnaval no sólo es el Falla, pero el Falla es carnaval. Un debate eterno para los que saben. Yo sólo sé que, uno, debe ser una fiesta libre y transgresora; dos, que ésta es, en efecto, una ciudad a la que se le va el coco con el carnaval.

Si no, no se entiende que haya gente tironeando del carnaval en su beneficio, alegando que las letras no atacan al gobierno de coalición o al coletas, o para que le den más caña al Kichi. El carnaval a su gusto: ¿Fiestas Típicas?

O que Cronopio y Procopio se vieran obligados a pedir perdón por el logo de su agrupación 'Carrera oficial'. ¡El carnaval pidiendo perdón a la semana santa! Señor, Señor…

O cuando un señalado concejal, de errada vocación episcopal, alborotaba para que se descalificara a la comparsa de Nene Cheza. ¿Desde cuándo el carnaval corrige pecados y conductas equivocadas?

Lo último es el homenaje de una conocida marca de whisky, poniendo en sus botellas etiquetas alusivas a un desaparecido autor. Yo creo que el verdadero homenaje es que Primperán ponga etiquetas con las preliminares del Falla. Primperán, mucho Primperán, para lo que se nos viene encima.

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