Doña Cuaresma

Adiós a la barbarie

Mañana todo volverá a la normalidad. Las calles, convenientemente desinfectadas, dejarán de oler a meados y se impondrá el olor del incienso preludiando el andar del Cristo de la Humildad y Paciencia en el via crucis oficial de la Cuaresma gaditana. Mañana, todos estos tipos y tipas que se creen artistas por vestir de mamarracho y coleccionar babas blancas en las comisuras de sus bocas, volverán a sus anodinos trabajos, donde nadie les hará caso ni les idolatrarán por salir en no sé qué comparsa o chirigota conocida. Mañana, estos ropasueltas serán historia y la ciudad recuperará su pulso pensando en la verdadera fiesta grande de Cádiz: la Semana Santa. Desde mañana, estos cantautores de patinillo se irán con la música a otra parte para propagar sus horribles ademanes y cancioncillas a los carnavales de otros pueblos. Pobres e ingenuos esos ayuntamientos que se dejan engañar y se gastan lo que no tienen en contratar a esta gentuza. Mañana, las conversaciones en la panadería o en el colmado de mi entorno ya no girarán en torno al pasodoble tal o al jurado cual. La gente de bien saldrá de las catacumbas a las que los paganos les empujan en este mes y medio para hablar de dorados, de cuadrillas, de restauraciones, de floristas, de marchas, de capirotes... y yo seré la persona más feliz del mundo. Alzo mi copita de Cacao Pico por el fin de la barbarie y el inicio del tiempo de la luz. Hasta el año que viene, queridos lectores. Y aléjense del mal. Están a tiempo.

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