ser o no ser

Aquellos duros antiguos

Hay un grito de guerra entre aficionados al balompié que dice: Odio eterno al fútbol moderno. Son quienes prefieren el fútbol de cuando los vestuarios olían a Linimento del Tío del Bigote y no a perfume de Calvin Klein. Pues algo parecido ocurre entre los aficionados al Carnaval. Hay quien siente añoranza de aquellos años 80 o 90 y se sienten algo desencantados con el carnaval actual. Confieso estar en este grupo, ya sea de siesos, carcas o vejestorios. Llámenlo como quieran, pero es cierto que no siento lo mismo con este concurso de hoy. Y les hablo como mero aficionado, no como chirigotero en excedencia. No me malinterpreten, pero cada día me cuesta más encontrar algo que me guste lo suficiente. Hay buenas agrupaciones, qué duda cabe, pero se me quedan cortas en número. Hay quien lo achaca a la apertura de fronteras. No creo que ese sea el problema. El problema es de calidad, no de nacionalidad. En mi opinión, un problema es la saturación. El concurso se ha expandido de tal manera que se hace pesado. La emisión por televisión desde el minuto uno está fantástica pero, parafraseando a The Buggles, el vídeo mató a la estrella de la radio. El Falla por la radio era otra cosa. Eran noches de acostarse a las tantas porque o escuchabas a fulanito en directo o te lo perdías. Hoy tengo pasotismo de concurso, porque sé que si me pierdo en directo al Selu lo puedo escuchar (y ver) a la media hora, mañana o en cuanto me dejen mis hijos un rato libre. Si a ello le unen que algunas agrupaciones están tan preocupadas en cantar de manera tan compleja que cuesta entenderlas, que los poetas escriben de manera tan metafórica que cuesta captar de qué va la letra, que modalidades como el cuarteto han evolucionado a algo muy distinto de lo que eran y que hoy prevalece lo visual sobre lo cantado, pues ¿qué quieren que les diga?. No es que odie el carnaval moderno, pero añoro el antiguo.

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