Pito de coña

El concurso mutante

Será difícil encontrar en España y hasta en el mundo un certamen más cambiante en sus bases que el concurso del Falla. Su reglamento sufre cada año sustanciales modificaciones, como también su estructura: tenemos un concurso mutante en el que cada edición se toma una decisión que afecta a su desarrollo, tanto a lo que ocurre sobre el escenario -duración de la actuación, coplas, montajes...- como a las distintas fases en que se celebra. Hay más estrenos que en un desfile de Semana Santa.

Este año se ha probado una nueva fórmula para las preliminares, con más funciones y sesiones más cortas, lo que ha gustado a algunos y no ha convencido a otros. Entra dentro de lo normal esta disparidad de criterios en una fiesta en la que cada aficionado tiene unos gustos, unas preferencias y, también, casi un reglamento propio.

Pero al concurso del Falla le vendría bien un poco de estabilidad, de manera que sus responsables hallen una fórmula más o menos convincente que lleve al consenso y que sirva para armar un concurso serio en el que los cambios sean puntuales o, casi mejor, inexistentes.

Y esta labor no es seguramente fruto de un año, pero tampoco debe ser un proyecto que se dilate en el tiempo. Se trata de coger el toro por los cuernos, olvidarse de intereses personales o partidistas y reconocer que el certamen precisa de una estabilidad que le quite esa careta de provisionalidad con la que se celebra cada año.

Los protagonistas tienen la palabra, aunque también las instituciones públicas con el Ayuntamiento a la cabeza. Hace falta un reglamento unificador y definitivo que le dé sobriedad al concurso y una estructura de fases y sesiones que sólo tenga que adaptarse mínimamente cada año a los bamboleos del calendario. Que tantas mutaciones no son buenas.

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