Defendiendo el tipo

El carnaval prohibido

El carnaval no ha gustado nunca a la bienpensancia, y a lo largo de la historia le ha puesto obstáculos y, cuando pudo, lo prohibió sin más. Así en 1716, el dedo enjoyado del rey Felipe V -sí, aquel borbón tan simpático que trajo la Casa de Contratación a Cádiz- también prohibió el carnaval.

Siempre al borde de su supervivencia, el carnaval llegó a 1937, justo hace 80 años, y el franquismo lo prohibió otra vez. Y lo prohibió como prohibía las cosas, a lo bestia. Vale que estábamos en plena Guerra Civil, pero también en lo que vino después, aquello que llamaron "paz": "Suspendidas en años anteriores las fiestas del carnaval y no existiendo razones que aconsejen rectificar dicha decisión. Este Ministerio ha resuelto mantener y recordar a las Autoridades Dependientes de él, la prohibición absoluta de la celebración de tales fiestas. Madrid 12/1/1940. El Ministro de la Gobernación, Serrano Súñer". Sí, ese fascista tan simpático del que han hecho una serie en TV.

Aquel franquismo de brazos alzados y curas belicosos mantuvo la prohibición hasta 1948. Se dice que para aliviar las penas de Cádiz por la explosión del año anterior. Y nacieron las Fiestas Típicas, privadas de su ADN crítico y transgresor. Un carnaval sin carnaval, capado, un festejo burgués, para señoritos y… ¡ojo con las letras! Su único mérito fue servir de flotador para que el carnaval no se fuera por el sumidero de la historia.

Pero aquello no fue sólo una prohibición, también una venganza, a menudo sangrienta. Muchos componentes de agrupaciones que habían salido en el carnaval durante la República, fueron represaliados sólo por eso. O fusilados, como los componentes de la murga del barrio de San José. La bienpensancia de entonces -con nombres y apellidos- no perdonó el desacato, ni la burla, ni la irreverencia.

No, no les gusta el carnaval…

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