Crónicas marcianas

Toca inventario

A estas alturas, me da que ya podemos evaluar con cierto criterio el experimento de las sesiones de seis y la preliminar arrayanera, larga como ella sola. Esto básicamente es el síndrome de la manta cortita. La del cabezazo en el sofá después de comer, que te echas por lo alto pero cuando te quieres tapar los pies se te queda corta por el pescuezo, y cuando te la quieres apoquinar hasta la napia, se te quedan fuera los dos pies y parte de las canillas. O sea, que a sesiones cortitas se alarga la fase y a preliminar más corta hay que alargar las sesiones (de nuevo) hasta las 2 o las 3 de la madrugada. No se puede tener todo, amiguetes.

En principio, pongámosle al experimento un aprobado alto, pero lejos del sobresaliente. Molaría una sentadita primaveral para darle una vueltecita de tuerca más. Veintiún días en el Falla son molto longo. La que canta la primera y la que canta la última encaran el Concurso de manera íntegramente distinta, quedando el planteamiento que cada grupo hace de su repertorio muy condicionado. Ya con 15 o 16 días ocurría, imaginen con 21. A eso, únanle la posibilidad de un incremento de grupos en años venideros, unido al apretujamiento atroz de fechas en esos años de Cuaresmas tempraneras, con lo que nos encontraríamos un concurso limitado y ahogado en sí mismo, como si metiéramos a Pau Gasol, el hermano y al cinco inicial de los Lakers de los 80 en un Mini. Esto lo arreglaría una fecha fija para el Cannavá, asunto espinosillo de momento.

Por tanto, tal y como en la carpa se ponga el último cubata, y el levantito se lleve los últimos papelillos (qué bonito joé) este tema habría que tratarlo, birrita en mano,(y en días que no haya Champions, please), sin bulla pero sin pausa, con el fin de dar con una fase preliminar en su justa medida de largura y anchura, o por lo menos que ni nos falte ni nos sobre. Vamos, digo yo.

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