Donde habita el derrotista

Sabe Dios

NO nos engañemos. Entre los obispos seguro que se han contado alguna vez chistes sobre el Pontífice de Roma como aquel tan manido de que “Su Santidad no se ha levantado hoy muy católico”. Segurísimo que algún prelado le habrá hecho alguna vez a otro la pregunta de “¿por qué lleva siempre un preservativo el Papa?” para responder con una carcajada: “¡Hombre, por si la santa sede! jajaja...”.

No me cabe duda de que en los seminarios se ha corrido (con perdón) como la pólvora aquella historieta de cuando le fueron a contar a la madre de Judas que su hijo se había colgado de un árbol, y ella contestó, con lágrimas pero sin sorpresa: “No me extraña que haya acabado así… con la gente con la que se juntaba...”Quiero creer que es así, serían síntomas de buena salud mental y física: dios es humor. Desde la creación prácticamente no ha parado de gastarnos bromas a los humanos. Si no, explíquenme esa de esperar a que Adán se durmiera para arrancarle una costilla y darle una sorpresa insuperable cuando al despertar se encontrara con la maravilla de Eva al lado, ¡tachán!. Eso sí que es un regalo divertido de amigo invisible, que merece los violines imaginarios de Juan Tamariz.

Por eso no salgo de mi asombro ante la falta de cintura del obispado de Cádiz, sorprendiéndose a estas alturas de las bromas inocuas de una pobre chirigota, de unos mortales carnavaleros sin capacidad de juzgar, condenar y mandar al infierno para toda la eternidad a nadie, inútiles para armar una venganza por la humorada de enviarnos a este mundo con inteligencia (no todos) y libertad, pero amenazados contra la ocurrencia de ejercer estos dones divinos. Aquí estamos, creados a su imagen y semejanza, pero ya está ¿eh? sin pasarse. ¡Qué difícil, dios!

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