Alemania | españa · la crónica

La tiranía sobre la pelota conduce al éxtasis

  • Control absoluto España jugará su primera final de un Mundial después de superar a Alemania desde el minuto 1 hasta el pitido final Paradoja El esférico siempre fue español, pero el gol llegó a balón parado

Gloria para una generación de futbolistas maravillosa. España jugará por primera vez la final de un Mundial de fútbol por la sencilla razón de que se apoderó del balón y se lo escondió a la poderosa Alemania durante todo el encuentro. La pelota pasaba de un futbolista vestido de rojo a otro mientras once gigantes, conocedores de su inferioridad técnica, se parapetaban detrás a la espera de que les pudiera llegar su oportunidad. Pero, aunque no siempre es así, el fútbol es justo en muchas ocasiones y esta vez premió al equipo que más quiso jugar sobre el rápido césped del estadio de Durban.

No se cumplió, por tanto, el axioma de que el fútbol lo inventaron los ingleses y siempre ganan los alemanes, o algo así. El extraordinario deporte del balompié lo crearon los británicos, es verdad, pero quienes mejor lo interpretan en la contemporaneidad son los miembros de una camada de futbolistas que se entrenan casi todos los días en las instalaciones del Fútbol Club Barcelona. Ellos cogen la pelotita, da igual que se llame Jabulani o cualquier otra denominación comercial, y se ponen a tocarla, a llevarla de un lado para otro con una precisión que parece hasta fácil a la vista de los menos iniciados. Aunque eso es tan complicado que está al alcance de muy pocos tocados por la varita mágica de ser futbolistas de primer nivel.

Afortunadamente para todos los que sienten el fútbol en España, que siempre han sido muchísimos, en un momento determinado se han juntado en la misma galaxia hombres como Xavi, el faro de todo, Iniesta, Busquets o Piqué. Pero no son los únicos que tocan sin cesar el esférico, en absoluto, también colaboran los demás, hasta los más rudos, los que tienen misiones completamente diferentes dentro del equipo. Y, claro, se produce la química, la pelota siempre pasa de uno a otro sin importarle, para nada, que a escasos metros haya un alemán peleando por recuperarla. Los riesgos se asumen y el control se convierte en tiranía para un adversario que no sabe ya ni dónde acudir para recuperar el objeto esencial de este deporte.

Si a todo lo anterior se le añade que la mentalidad ha cambiado, que se ha pasado de un complejo de inferioridad eterno a una seguridad que raya el insulto incluso, pues el cóctel tiene un gusto exquisito para que España se haya convertido en la primerísima potencia mundial de este deporte. Porque podrá ganar o perder la final, aunque eso sea una frase hecha ya que se trata de ganarla sí o sí, pero el fútbol de los españoles debe enamorar a cualquier aficionado neutral, a cualquier hincha futbolístico que ni sienta ni padezca en cualquier rincón del planeta. Y ayer le tocó sufrirlo a una Alemania que llegaba de acumular piropos y que fue bastante inferior en todos los aspectos.

Porque sólo uno de los dos equipos fue fiel a sus ideas, España. El otro, Alemania, se limitaba a esperar atrás, como lo hicieron Suiza, Honduras, Portugal, Paraguay y, en menor medida, hasta Chile. Los hombres de Löw se dieron por vencidos desde el principio y se limitaron a tratar de hallar petróleo en alguna contra o en una acción a balón parado. Poca cosa después de lo que había demostrado el conjunto germano hasta el momento.

Aunque también hay que tener en cuenta que hasta ahora no se había cruzado con España, con esa generación de pequeñitos que acaparan la pelota de esa manera tan tiránica. Ayer eran más pequeños incluso con la decisión que tomó Del Bosque de dejar en el banquillo a Fernando Torres en el arranque para que en su lugar partiera Pedro en la alineación. Era un riesgo, es verdad, pero le salió bien al técnico salmantino, ya que la posesión era aún mayor. El problema es que existe la teoría de la manta y si se tira de arriba te descubres por abajo, es decir, España se quedaba con poco remate, con la única opción real de Villa y la posibilidad de alguna llegada desde atrás de los jugones.

Era una decisión complicada, pero el transcurrir del encuentro se encargó de darle la razón a quien la adoptó, que no todo va a ser censurable en su caso. España tuvo la pelota durante 70 minutos, hasta que llegó el cabezazo definitivo de Puyol y sólo ahí se la cedió un rato a Alemania para tratar de sorprenderla a la contra.

La fruta tenía que caer por madura y lo hizo de una manera que no lo había hecho hasta ahora, en una acción a balón parado, una faceta que también es igual de válida para subir a los altares. El ejecutor fue Puyol con su cabezazo, como aquel otro famoso testarazo de otro central, Maceda, también contra los alemanes, y España entera explotó de júbilo. Resta el último esfuerzo para alcanzar la cima, pero si España sigue tocando así, ni Holanda ni nadie puede estropearle la fiesta. ¡Que siga!

Árbitro: Viktor Kassai HH (húngaro). No estuvo mal. Un par de acciones polémicas de Sergio Ramos, una en defensa y otra en ataque.

Gol 0-1 (73') Puyol. Córner por la izquierda del ataque español que lanza Xavi y remata de cabeza Puyol llegando desde atrás.

momentos clave 6' Neuer detiene un uno contra uno con Villa. 14' Cabezazo solo de Puyol en estrategia. 58' Villa no llega a un pase de Iniesta.

Incidencias: Semifinales, estadio Moses Mabhida de Durban, 60.960 espectadores.

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