triatlón lLarga distancia

El reto de la liebre

  • Juan Bruzón disputa mañana en Gales su duodécimo Ironman con opciones de clasificarse para el Campeonato del Mundo

El gaditano Juan Antonio Bruzón, de 41 años, facturó el jueves su bicicleta de contrarreloj, su neopreno para natación y sus zapatillas de correr con dirección al condado galés de Pembrokeshire, al suroeste de Reino Unido, donde mañana estará en la línea de salida del Ironman de Gales junto a 1.500 triatletas llegados de todo el mundo. Bruzón disputa su duodécimo Ironman, la prueba que suma 3.800 metros en el agua, 180 kilómetros de ciclismo y 42 kilómetros de carrera a pie. Asegura que su objetivo es ir a "disfrutar" de la competición, pero en su cabeza, en sus piernas y en su estómago alberga algunas opciones de lograr la clasificación para el Campeonato del Mundo de Hawai de 2013.

Bruzón recuerda que se enfrentó a su primer Ironman en 1998, cuando tenía "26 o 27 años", una época en el que el triatlón de larga distancia aún era desconocido. El mayor consejo que recibió fue: "¿Dónde vas? Tú estás loco...". Desde entonces ha competido en Lanzarote y en las pruebas de la franquicia en países como Alemania, Austria, Mónaco, Francia y Reino Unido, entre otros, hasta sumar once carreras extremas.

En la prueba de Bolton, en 2009, el triatleta gaditano llegó a meta en el puesto 42º de la general, después de hacer el 15º mejor parcial en la maratón, para quedarse a solo un puesto de conseguir una plaza para Hawai, cuna de la disciplina en la que cada año se dan cita los mejores especialistas del mundo, tanto profesionales como de los diferentes grupos de edad. Cinco minutos le separaron de aquel sueño en 2009, y 10 minutos lo hicieron dos años después, en 2011, en el Ironman de Frankfurt.

Bruzón ha rendido a gran nivel en la larga distancia. Ahora, adscrito al grupo de edad 40-44 años, aspira a conseguir su competición perfecta. Mañana buscará esa jornada en el Ironman de Gales, que organiza su segunda edición en el pueblo de Tenby, un paraje idílico entre las brumas del Parque Nacional de la Costa de Pembrokeshire.

Dos características de este escenario son las aguas heladas del mar Celta y un parte meteorológico incierto. Pero la principal es un desnivel acumulado de 2.800 metros, sin puertos de montaña, en el tramo de 180 kilómetros de ciclismo. Los repechos del asfalto son continuos, una condición que penaliza a los rodadores más potentes, que mueven grandes desarrollos en sus bicicletas, y favorece a los ciclistas más flexibles y con mayor capacidad de adaptación a la orografía. Bruzón se sitúa en este grupo: "Prefiero una bicicleta que castigue las piernas y que condicione la carrera a pie", admite el gaditano, que es un triatleta que supera en poco los 1,65 metros de altura, ligero pero de gran zancada, una verdadera liebre cuando se calza sus zapatillas de correr.

En Tenby hay seis plazas para Hawai en liza para el grupo de edad 40-44. En la primera edición de este Ironman, el año pasado, el corte estuvo en el 45º puesto de la general, con un tiempo de 10 horas y 23 minutos. Bruzón cree que puede estar en ese cronómetro mañana, o puede no estarlo. "En una prueba de esa duración todo es una incógnita. Puedes empezar muy bien y terminar andando. Puedes empezar muy mal y terminar haciendo una maratón impresionante. Todo depende de qué ocurra ese día, del tiempo, de la alimentación, de que no haya contratiempos mecánicos, de tus sensaciones...". De tantas cosas.

El triatleta, que correrá en Gales con el también gaditano Ricardo Villodres, repasa mentalmente sus cuatro últimos meses de preparación "específica" para este Ironman, con entre 15 y 17 horas semanales de entrenamiento sumando las tres disciplinas, casi sin competir para mejorar el rendimiento durante los fines de semana, y "con más sesiones de calidad que de volumen". Es la ardua puesta a punto para el trabajo acumulado en la memoria de las piernas durante más de veinte años de triatlón. Juan Bruzón sostiene que no competirá mañana con la mejor de las preparaciones posibles. Pero también revela que en las últimas semanas se ha empeñado en escuchar a su cuerpo, como hace siempre, y que así ha ido "engañándose", convenciéndose a sí mismo: "No vamos mal del todo. No vamos mal del todo".

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