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Tenis l Roland Garros

La reconquista de Nadal

  • El mallorquín gana su quinta corona en París tras derrotar al sueco Robin Soderling en la final por 6-4, 6-2 y 6-4 · Recupera el número 1 del 'ranking' mundial en un torneo en el que no cede una sola manga

Rafael Nadal hizo el partido perfecto, en el lugar perfecto y ante el rival perfecto, para completar una temporada de tierra batida inigualable, al vencer al sueco Robin Soderling en la final de Roland Garros y recuperar el número uno del mundo.

En dos horas y 18 minutos de casi absoluta perfección, Nadal ganó por quinta vez en París por 6-4, 6-2 y 6-4, y se situó a un solo título de igualar los seis del sueco Bjorn Borg (en dos periodos). En el día en el que Borg cumplía 54 años, el de Manacor ganó el séptimo título del Grand Slam de su carrera, el número 40 en total de su palmarés. Borg necesitó siete intentos para triunfar cinco veces aquí. Nadal, una menos.

Y además lo hizo sin ceder un set, como en 2008, tal y como en su tiempo lograron el rumano Ilie Nastase (1978) y el propio Borg dos veces (1978 y 1980). Rafa, que acabó llorando y secándose las lágrimas con una toalla tras apuntillar su fenomenal victoria, se revolcó antes en la tierra de Philippe Chatrier, como en aquel mayo de 2005, cuando empezó a escribir su historia en París.

El italiano Nicola Pietrangelli, ganador en dos ocasiones de este torneo, 1959 y 1960, entregó la Copa de los Mosqueteros a Nadal quien tuvo incluso arrestos para hablar en francés. "Gracias por vuestro apoyo. Éste es el momento más emocionante de mi carrera", dijo, para luego, en español, agradecer a la Reina Sofía su presencia. "Quiero agradecer la presencia de Su Majestad la Reina y al resto de autoridades. Estar aquí es muchísimo más que un sueño, después de un año difícil", añadió en inglés.

También felicitó Nadal a Soderling, su verdugo en los octavos de final del pasado año. "Quiero felicitarte por los dos años en los que has alcanzado la final, y un poco te pido perdón, pero mi obligación era ganarte hoy". Y tuvo palabras para los que colaboran en el torneo: "Me habéis hecho sentirme durante estos seis años como en casa".

Soderling aceptó la derrota con deportividad: "Tengo que comenzar felicitando a Rafa. Tu victoria es impresionante y creo que podrás ganar muchos más Roland Garros", dijo.

El público de la Central no tuvo más remedio que rendirse a la evidencia. Todos en el palco principal, la cantante Beyonce y su marido, el rapero Jay Z, François Fillon, primer ministro de Francia, el actor Jean Paul Belmondo, Jean Todt, presidente de la FIA, y el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetsky, con su homóloga francesa Rama Yade, disfrutaron con Nadal.

El temido saque de Soderling no fue tanto, porque Nadal estuvo al resto sublime, e incluso igualó en aces, siete, con el de Tibro para terminar el torneo con 19, pero lo que marcó la diferencia fue su solidez con el servicio y su serenidad para abortar las ocho oportunidades que tuvo Soderling para romperle el saque.

Nadal llevó el partido a su terreno, a la lucha desde el fondo, donde Soderling se desquiciaba porque sus bombas no hacían el efecto que tuvo contra los anteriores rivales. Nadal era capaz de aguantar hasta 26 intercambios y ganar el punto, y de resguardar su revés, moviéndose a la perfección de lado a lado.

Por la mañana diluvió y la pista se tornó más húmeda y lenta, en teoría favorable al robusto brazo del sueco, pero éste no supo sacar partido de esa ventaja. Soderling asumió que no podía con Nadal sobre tierra en el segundo juego del segundo set, cuando dispuso de cuatro bolas de rotura. Y allí se vio al mejor Nadal.

En una de ellas, Nadal luchó con imaginación y con sabiduría, neutralizó un remate profundo y tuvo luego la osadía de acudir a rematarlo a la red, donde ganó el punto con una suave volea. El público se volvió loco entonces, porque quizás habían presenciado el punto del torneo.

Ahí, Soderling, el primer hombre capaz de derrotar a dos campeones de Roland Garros seguidos, el séptimo sueco que alcanzaba la final de París, comprendió que Nadal, más que nunca, era indestructible, y tuvo que rendirse a la evidencia.

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