Submarino amarillo

"La noche que nos metieron seis"

  • José Antonio Rosado, lateral eterno, recuerda la primera visita a Atocha, el legendario campo de la Real Sociedad, 'caja fuerte' de la que era imposible llevarse nada. Aquella vez cayó la media docena

Cuando te meten seis goles te entran ganas de dar dinero por meterte en un hoyo, en el mismo campo de juego. La sensación de impotencia, el cabreo que mantienes durante casi toda la semana, la susceptibilidad de los compañeros. El fútbol es muy ingrato, pues no se saborean las victorias y las derrotas duelen demasiado. El fútbol dura siete días. Todo pasa. No puedes sacar pecho cuando ganas, ni hundirte cuando vienen malas. Aquella noche nos aplastaron. Pero que nos quiten lo bailao". Habla José Antonio Rosado, lateral eterno del Submarino, que recuerda como si fuera anteayer, aunque se cumplen casi treinta años, la goleada recibida en Atocha, el legendario estadio de la Real Sociedad. Primera temporada en Primera, primera visita a Donostia. La primera, en la frente. Este domingo, de nuevo al País Vasco, a tentar a la diosa Fortuna. El Cádiz lleva trece goles a favor y la Real, trece goles en contra. Así cualquiera pide un deseo.

Rosado remarca que el viejo campo de Atocha era "una encerrona", y la Real del 78, un equipazo: Arconada, Zamora, López Ufarte, Satrústegui, los mundialistas del 82 y ganadores de dos títulos de Liga consecutivos. "Pagamos la novatada de principiante, pero también cayeron allí el Madrid y el Barsa. Atocha era una caja fuerte, el típico campo inglés. La Real tenía grandes jugadores de medio campo hacia adelante, pero también atrás, y en el medio mandaba Alonso, el padre de Xabi Alonso". "Jugaban con los ojos cerrados. Hicieras lo que hicieras, te machacaban. Teníamos un buen equipo, pero no fue posible".

Rosado rememora los buenos tiempos de ambos clubes, quizá los mejores tiempos; la Real no es la misma, incluso recluta extranjeros en sus filas, y el Cádiz poseía una de las mejores plantillas de su historia: Carvallo, Ibáñez, Mané, Villalbita, Blanco, Escobar, Baena, Quino... Y daba sus primeros pasos el gran Pepe Mejías.

El Cádiz nunca puntuó en San Sebastián en Liga, ya es hora, pero a principios de los ochenta empató a uno en Copa del Rey. Rosado guarda ese encuentro en la memoria, como toda su trayectoria en el Submarino. Rosado y Mané son los únicos jugadores cadistas que ascendieron al Cádiz en el 77 y el 81. Aquellas tablas en Atocha cuadraron, precisamente, con el segundo ascenso, el de la cantera cadista. Y el empate se forjó con un tanto del portero Recio de penalti. El rubio bigotudo Idígoras hizo el empate. Ese año se retiró Rosado, tras dos ascensos de categoría y una carrera ejemplar.

"En ese viaje estrenamos traje oficial, hicimos noche en Bilbao y pasamos un montón de calor con las chaquetas", bromea el jugador puertorrealeño. "El escudo del club se veía desde tres kilómetros a la redonda". A medida que avanza la memoria de Rosado, como si enfilara la banda, ajusta los detalles. "En Bilbao también nos metieron 6-1 ese año, igual que en Vallecas. Pero el Athletic lo pasó mal en Carranza y ganó con un gol del ratón Dani en el último minuto. Lo marqué férreamente durante todo el partido, pero me despisté una vez y gol. Fue una falta a la altura de Tribuna, Dani metió un cabezazo tremendo, y eso que no medía más de 1,60".

Del 6 a 1 en Atocha, la memoria circular de Rosado destaca que el fogoso lateral cadista jugó en esa oportunidad en el medio campo, de perro de presa de Zamora. "Mateos a veces me ponía a marcar al jugador más técnico del rival, para que no moviera a su equipo. Ese año me tocó marcar a Kempes, a Joaquín en mi debut en el Molinón, al rubio aquel del Madrid, Jensen. Al Madrid le ganamos bien, con un gol de Baena. Siempre se nos dio bien el Madrid en Carranza, hasta que vino Butragueño".

Una vez, Rosado fue central, con el mítico Quini como gran reto. Fue en Carranza, el año del primer ascenso, con Macarty como gran figura, el estadio lleno y la gloria a un paso. Cero a cero en el descanso. Lesión de Quini. "Nos la prometimos felices. Sin Quini, dijimos, ganamos seguro. Nos hicieron cinco, una exhibición de Ferrero y compañía".

Rosado, como es obvio, halla diferencias abismales entre el fútbol del siglo pasado y el mercado técnico balompié actual. Para empezar no se ganaba lo mismo, ni mucho menos. Cuando abandoné el fútbol y me fui a trabajar a una empresa auxiliar de Matagorda ganaba en un mes lo que tenía de ficha en un año en el Cádiz". Un cuarto de kilo de billetes. "Mis compañeros no se lo creían".

Pocos millonarios ha hecho la historia cadista. Y la cantera, mucho menos. "Y eso que la cantera ha dicho y tendrá mucho que decir", vaticina Rosado. "Gracias a los jóvenes de Cádiz sobreviviremos". Y entra en liza el debate sobre el gaditanismo y la cantera. "Si te llamas Bienvenido y eres de El Puerto, de Conil o de Paterna, nada que hacer. Si vienes de un equipo argentino, donde parece que todos juegan en Boca o en River, tienes la banda a tu disposición. Menos mal que ha vuelto ya Raúl López".

Rosado menciona a su sucesor, igual que él heredó la banda izquierda de Soriano. "Con un pie, Raúl es mejor que cualquiera de los laterales que han jugado hasta ahora. Vaya tela". Rosado se muerde la lengua. Bienvenido, con 21 tacos, ya no es un chavalito. A su edad otros han ganado mundiales. "Cádiz nunca ha cuidado a los suyos", remata. Rosado habla por los codos. "Apenas voy al fútbol porque me pongo muy nervioso". Como los toreros, Rosado es futbolista eterno, sigue jugando mentalmente. En el fútbol, como dice Jose González, siempre es mañana. Pero el pasado reserva pasajes para aprender. Sin historia, nada.

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