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El incontrolable mundo de las apuestas ilegales

  • La amenaza de los negocios clandestinos a costa del deporte atraviesa las fronteras de Asia y llega a Europa

Hace ya unos cuantos años, Joseph Blatter meneó la cabeza negando: "Usted está equivocado, pero en caso de que tuviera razón, significa que habré fracasado en mis 30 años de fútbol". La frase del presidente de la FIFA estaba destinada a Declan Hill, un incansable periodista canadiense que dedicó un buen trozo de su vida a sumergirse en el submundo de las apuestas clandestinas, en el corazón de las mafias asiáticas. Hill acababa de entregarle a Blatter una nutrida documentación con "pruebas sólidas, muy sólidas" de manipulación de resultados en el Mundial de Alemania 2006. La reacción del suizo se resumió en aquella frase escéptica, aunque un tanto a la defensiva, revelada por el periodista.

El diálogo entre Hill y Blatter vuelve a cobrar sentido tras el anuncio hecho el lunes por Europol: casi 700 partidos en todo el mundo -380 de ellos en Europa-, sospechosos de haber sido manipulados por las mafias de apuestas ilegales provenientes de Asia.

El anuncio de Europol implica el reconocimiento de que el problema no está en lo que suceda con empresas como Bwin o Betfair, muy controladas a esta altura y con un caudal de apuestas comparativamente menor si se las contrapone con lo que se genera desde Asia. Las federaciones deportivas internacionales parecen ir, con demasiada frecuencia, muy por detrás de las mafias. Así, el tenis presentó en forma pomposa hace ya años su Unidad de Integridad, y una de las primeras medidas fue la de prohibir laptops en las tribunas de los torneos para impedir que desde allí se canalizara la información a las mafias. El boom de los smartphones pronto superó esa, en cierta forma, candorosa medida.

"Hay que adaptarse a las nuevas tecnologías", dijo ayer Nicola Arzani, vicepresidente de la ATP, que cuenta en cada torneo con un grupo de gente encargada de ver si en las tribunas o en cualquier cancha que se esté jugando hay alguien pegado a su teléfono y enviando en vivo información. Más allá de los intentos, es sabido que en el tenis se apuesta a todo y todo el tiempo, y que el problema no está en el live scoring. "Todos saben" que se arreglan partidos, dijo años atrás Andy Murray antes de retractarse. Desde quien lo gana hasta cuántos juegos se disputarán, pasando por quién servirá en el juego de apertura, quién pegará el primer smash o de qué color serán los calcetines de un jugador.

Pese a los documentos que firman los jugadores antes del inicio de cada temporada, es imposible evitar el flujo de información hacia parientes o amigos en sus respectivos países. O parientes y amigos de sus entrenadores, fisioterapeutas o preparadores físicos. La posibilidad de ganar dinero sin mover el dedo más que un par de veces es muy tentadora.

Lo es también en el cricket, deporte de primer orden en Asia, que vio a tres jugadores estrella en la cárcel en el Reino Unido en 2011. "El negocio de las apuestas de cricket en India es más grande que el del tráfico de drogas", dijo Murali Krishnan, periodista local, dos años atrás durante un encuentro organizado por la Unión Europea (UE) en Budapest para debatir el lado oscuro del deporte.

Lógicamente, también hay graves problemas en el fútbol, el deporte más popular del mundo. Cualquiera que se acerque a partidos de la Segunda División en Bélgica, Dinamarca u otras Ligas menores verá, asegura Hill, "200 ó 300 personas en las gradas y, en una esquina, a chinos hablando por sus teléfonos móviles directamente con Shanghai, pasando cada detalle". Si un deportista es cazado apostando en Betfair o Bwincon información privilegiada se trata, explica Hill, "simplemente de un estúpido". Durante aquel encuentro en Budapest había alguien alarmado: David Howman, el director general de la AMA (Agencia Mundial Antidoping).

"El submundo de la criminalidad está fuertemente infiltrado en el deporte. Si no se lo controla amenazará seriamente el futuro del deporte moderno", dijo a dpa el neozelandés. "El gran problema es que la criminalidad hace más dinero traficando con esteroides que con heroína", dijo. Hill tampoco fue complaciente en su análisis: "Estamos a entre tres y cinco años de que el deporte en Europa sea destruido". Y aquella afirmación fue hecha hace dos años.

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