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Los héroes salen al rescate

  • Bolt, Phelps y compañía intentarán hacer olvidar todas las amenazas que se ciernen sobre la cita olímpica. La crisis política, el virus del zika y la violencia en las calles elevan el peligro.

 Usain Bolt, Michael Phelps, Serena Williams, Simone Biles o Kathie Ledecky, leyendas vivas del olimpismo, formarán desde hoy la cabeza de un ejército de 10.500 deportistas de 207 delegaciones -refugiados incluidos-, que se batirán en Río de Janeiro por 528 medallas en el panorama más sombrío que se recuerda en la reciente historia de los Juegos.

Nunca le han faltado amenazas a la magna competición olímpica a lo largo de su historia moderna, ya sea en forma de boicots, inseguridad o crisis institucionales, pero Río se lleva la palma porque las reúne todas. 

 

Cuando la capital brasileña fue elegida, el 2 de octubre del 2009, como sede de los Juegos de 2016 en detrimento de Chicago, Madrid y Tokio, Brasil disfrutaba de una economía boyante que crecía a un ritmo del 5%, con instituciones estables y sin escándalos. 

 

Siete años después, su presidenta está sometida a un proceso de destitución, su PIB cae un 3% anual y vive en continuo estado de alerta por la delincuencia común, la amenaza terrorista, los atascos de tráfico, la contaminación de las aguas y el virus del zika.

 

Nunca en la historia olímpica se habían cernido tantas amenazas simultáneas sobre unos mismos Juegos. La imagen del Cristo Redentor rodeada de militares en la cima del morro del Corcovado ejemplifica el estado de excepción en que los Juegos Olímpicos -también los de Río- están condenados a desarrollarse por culpa de la psicosis desatada por la inseguridad mundial. 

 

Gran parte del presupuesto, que alcanza los 4.100 millones de dólares, se lo come el capítulo de la seguridad. En Londres 2012 hubo 42.000 efectivos. En Río serán 85.000 agentes, entre policías, guardias y militares, debido a la amenaza terrorista y a la inseguridad endémica que lastra a la ciudad. 

 

El 20 de julio Río de Janeiro decretó el estado de emergencia económica y se declaró también en "estado de calamidad pública" a fin de permitir la adopción de medidas excepcionales. Aunque el Comité Olímpico Internacional parece haber conjurado el peligro de un indeseable regreso a la etapa de los boicots, la estabilidad olímpica pende de un hilo.

 

Los organizadores, sin embargo, consideran que la acumulación de conflictos no reducirá el apetito sexual de los deportistas, y a tal efecto han reservado 450.000 preservativos, que serán distribuidos gratuitamente, a razón de 41 para cada uno. 

 

Así las cosas, sobre las anchas espaldas de Bolt, que pretende llegar en Río a las nueve medallas de oro, y de Phelps, el deportista con más laureles olímpicos de la historia (18 oros y 22 medallas en total), recae gran parte de la responsabilidad.

 

El momento mágico se vivirá el lunes 15 a las 03:25 (hora española), con ocho atletas alineados en los tacos de salida del estadio Olímpico, en el que imperará el silencio hasta que suene el disparo con el que estallará una algarabía de apenas diez segundos antes de conocer al rey de los 100 metros. 

 

El golf y el rugby a 7 son los novatos del programa. No obstante, es curioso que ninguno de los cuatro primeros jugadores del ránking mundial se haya dignado participar en el regreso olímpico del deporte de los palos después de 112 años de ausencia. La excusa: el zika. Y eso que las autoridades sanitarias de Brasil prevén menos de un caso entre el medio millón de visitantes extranjeros esperados debido al clima seco del invierno austral en Río. 

 

En cualquier caso, la gran fiesta olímpica está a punto de comenzar. No habrá tregua en el mundo, pero durante 16 días deportistas y aficionados participarán del espectáculo, del momento agónico en el que sus verdaderos protagonistas intentarán obtener el fruto de cuatro años de sacrificios.

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