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La fe mueve relojes

  • Los principales escaladores del pelotón no sacaron suficiente ventaja en la montaña para castigar al especialista Dumoulin

Si la fe mueve montañas, los escaladores de la Vuelta, léase Purito, Aru o Quintana, no tuvieron la suficiente en el tríptico astur-cántabro. O lo que les faltó fue la fuerza necesaria para castigar al contrarrelojista Tom Dumoulin, que sí se aferra a su creencia en las manecillas del reloj.

Purito pasó el día de descanso en Burgos vestido de rojo. Es el líder, pero transmite un aire de provisionalidad que parece que la prenda le quema en el pecho. ¿Realista? Sí, probablemente.

La crono es su bestia negra, y para bestia ya tiene suficiente con Dumoulin, quien sí tiene fe ciega en sus aptitudes a la hora de desafiar al tiempo. No le queda otra. Este miércoles en Burgos tiene 39 kilómetros para mover a su favor la montaña del cronómetro.

En la cima de Ermita del Alba Purito fue tajante. "Yo tengo que hacer la crono de mi vida y Dumoulin tiene que fallar". Pero el catalán salió a reconocer el recorrido por las calles burgalesas y ...sorpresa. Volvió al hotel con una fe razonable. "Es una crono que engaña, no es lo que creía. Los ocho primeros kilómetros son duritos, con repechos que tiran para arriba, y la subida al Castillo es un repecho que rompe bastante".

La Vuelta de los 9 finales en alto, de la monstruosa etapa de Andorra, de los terrible puertos asturianos, no ha marcado la diferencia en las cumbres. Purito y Aru llegan empatados al examen del reloj. No aprovecharon su terreno, y les puede costar caro, incluso ganar la Vuelta, cosa que podría ser definitiva para el catalán, quien a sus 36 años no tendrá muchas más oportunidades.

Pase lo que pase en la crono aún quedarán cuatro etapas. A ello se agarra Fabio Aru. En su hotel de Rubena no quiso hacer cálculos del tiempo que le puede caer respecto a Dumoulin, ese monstruo para todo.

Después de Burgos hay vida. Por ejemplo tres etapas con terreno para emboscadas, si es que alguien se anima y no sucede lo mismo que en las excursiones vividas en Asturias. En Ávila hay un final elevado y en la sierra de Madrid hay cuatro puertos de primera, aunque sin final en alto. Poder o no poder es cuestión de fuerzas. Y de fe. Pero las montañas solas, no se mueven.

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