Agitado y de lengua afilada, a menudo irónico y mordaz, el alcalde de Río se ha convertido en un anfitrión muy peculiar para los Juegos. A Eduardo Paes, apodado el nerviosito, se lo puede ver en estos días en dos papeles: el de aguafiestas o el de rabioso defensor de Río.

Hace unas semanas, Paes llamó la atención con declaraciones en las que parecía dar la razón al aluvión de críticas contra Brasil, un país que parecía por momentos superado por la organización de los Juegos en medio de una dura crisis económica y política: "No nos estamos presentando bien".

Después de las expectativas generadas con la elección de Brasil en 2009 como sede de los Juegos, "lo que tenemos para exhibir en la vitrina global olímpica no es lo que ambicionábamos", resumió. Paes asumió el cargo el mismo 2009.

En varios actos públicos, se pudo ver en cambio a Paes en su otro papel. "Empiezan los Juegos y empiezan las críticas", decía recientemente con tono socarrón. El alcalde carioca estaba entonces otra vez en el ojo de la tormenta por un incidente con la delegación olímpica de Australia, que se quejó públicamente de la Villa de los Atletas. Paes respondió con su estilo. El político bromeó diciendo que pondría "un canguro en la entrada" del edificio para que los australianos "se sientan en casa". Ambas partes acabaron sellando la paz con un canguro de peluche después de que la delegación aussie aceptase volver a la Villa.

Paes no es ajeno en todo caso a las denuncias de corrupción que sacuden Brasil desde hace tiempo. Varias de las obras de infraestructura de los Juegos están bajo sospecha de haber beneficiado a empresas constructoras financiadoras de su campaña política.

Hasta ahora inmune a cualquier sospecha, Paes se centra en su díscolo papel de anfitrión, riñendo a los medios extranjeros por la imagen que dan de Río. "Parece que aquí todo es zika y que la gente anda disparándose", repite el alcalde carioca muy a menudo.