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Tenis l Abierto de Australia

Tsonga hunde a raquetazos a Nadal

  • El joven jugador francés se confirma como la revelación del torneo de Melbourne y logra el pasaporte a la final deshaciéndose con contundencia de un número dos del mundo que se muestra impotente

Los zarpazos de Jo Wilfried Tsonga destrozaron al español Rafael Nadal, que sucumbió ante la poderosa pegada de un jugador francés que le apartó de la final del Abierto de Australia por un contundente 6-2, 6-3 y 6-2.

Once años después de que otro español -Carlos Moyá- irrumpiera en la final del primer grande de la temporada, Nadal tuvo una gran oportunidad para igualar al menos a su compatriota y amigo, pero en una tarde-noche desgraciada para él se topó con un rival inspirado, desvergonzado en su juego y contundente a más no poder que le arrasó en todos los sentidos.

Nadal no había cedido un parcial hasta esta ronda, y había salvado nueve puntos de set ante sus rivales, pero ante el cuarto francés que le salió al paso este año solo pudo ganar siete juegos en una hora y 57 minutos de lucha desigual, en la que dispuso únicamente de tres puntos de rotura, y no pudo confirmar ninguno. Recordará seguramente Nadal este partido toda su vida, porque después de tener un cuadro más que asequible no pudo alcanzar la final de este grande, todo por culpa de un rival que le sacó de quicio y no le proporcionó el ritmo que el de Manacor necesita.

Cada golpe de Tsonga era una bofetada hiriente y cada volea suya de revés, a la media vuelta, un misterio, porque el jugador de Le Mans apenas dejaba la raqueta, y el golpe se convertía en una dejada mortal que hubiera firmado el mismo John McEnroe. Tsonga ganó 30 puntos en la red, y eso también contó.

A todo esto hay que añadir, que Tsonga estuvo contumaz con su servicio y que Nadal necesitó una hora y 31 minutos para disponer de los primeros puntos de rotura, tres seguidos. Fue en el segundo juego del segundo set, pero de nuevo el servicio del francés le salvó de una posible reacción de Nadal.

El saque de Rafa tampoco ayudó demasiado. Con algunos rozando los 150 kilómetros hora poco daño podía hacer a un rival que respondía con golpes ganadores a las líneas, y que finalizó el encuentro con 49 de ellos.

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