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Wimbledon

Tercera derrota en la 'catedral' del tenis

  • La pista central de Wimbledon, una de las que más venera a Rafa Nadal, ve caer al español entre gritos de "genio".

El público de la Central de Wimbledon, conocido por su respeto hacia los jugadores y su gusto por el buen tenis, fue testigo de la tercera final fallida sobre la hierba del All England Club del genio Rafael Nadal, como insistía en llamarle a gritos un espectador en algunos descansos entre juegos.

Las gradas de la catedral, que ya han mostrado cierta querencia por el español en los últimos años, no dejaron de aplaudir en todo el encuentro al ex número uno del mundo -sin dejar por eso de ovacionar, también con entusiasmo, los buenos golpes de su rival, Novak Djokovic.

En los peores momentos para el mallorquín, las frases de ánimo en inglés dirigidas a Nadal se mezclaban con otras muchas en español, e incluso con el "`Vamos hijo!" que chillaba la madre del jugador al inicio del tercer set.

Eso, en las pausas, porque durante el juego el silencio era absoluto, tanto en el interior del estadio como en los alrededores, donde mucha gente veía el partido en diversas pantallas.

Más de treinta mil personas acudieron a Wimbledon ya que, aunque la Pista Central sólo tiene capacidad para unas quince mil, el resto disfruta del campeonato en las amplias y verdes instalaciones del All England Club.

El parte meteorológico, que descartaba cualquier posibilidad de lluvia por primera vez en el torneo alegró, sobre todo, a los miles de espectadores sin entrada para la Pista Central (que cuenta con un techo retráctil que protege del agua) y que vieron la final sentados a lo largo de la llamada colina Henman, bautizada así en honor a quien fue el eterno aspirante británico a ganar Wimbledon desde finales de los años 1990, Tim Henman.

Desde hace varias generaciones, el Reino Unido ve frustradas año tras año sus espectativas de que algún compatriota reedite la victoria de Fred Perry en Wimbledon de 1936.

En esta ocasión, tras la derrota de Andy Murray (que juega ahora el mismo papel de Henman), muchos de los británicos en el All England Club antepusieron la final del júnior local Liam Broady al partido de Sharapova y Kvitova, dos encuentros que se jugaban al mismo tiempo.

De nuevo, terminaron decepcionados, porque Broady, de 17 años, cayó ante el australiano Luke Saville.

Una vez descartado cualquier británico, el favorito de buena parte del público de la colina era Nadal.

Marbert y Lindsey, dos mujeres que llegaron desde Manchster para ver la final y que degustaban sobre la hierba de un espumoso rosado que habían traído en el tren -junto a dos copas de vidrio- dijeron que adoran al mallorquín "por su forma de jugar y porque es una gran persona".

"No estoy enfadada porque eliminara a Murray, hay que reconocer que jugó mejor, el menos después del primer set. Quizás el año que viene haga algo grande Broady, que es de Manchester, como nosotras", comentó Lindsey.

Wimbledon es para los londinenses un acontecimiento social, además de un evento deportivo, por el que pasan cada año casi medio millón de personas para disfrutar de un día de "picnic" en un momento del año en el que, si no llueve, reinan ya las temperaturas propias del templado verano de las islas.

El torneo es, además, un fértil negocio, en primer lugar para los organizadores, que venden en el interior del recinto comida y todo tipo de productos con la marca del torneo (hasta las pelotas usadas en el campeonato se pueden adquirir por unas cuantas libras).

Además, la marea de gente que llega cada mañana de torneo al club desde las estaciones de Southfields y Wimbledon también mueve la economía del distrito SW19, una zona residencial en la que cada uno se las ingenia para aprovechar a su modo la clientela excepcional que atrae el tenis.

Hay quien instala en el jardín de su casa barbacoas y carritos con comida, otros alquilan el espacio en el patio delantero de su chalé para que los visitantes aparquen sus coches por unas 25 libras al día (unos 27 euros), y decenas de empresas aprovechan las aglomeraciones para repartir todo tipo de panfletos y objetos publicitarios.

Más allá de quién gane en la Pista Central, Wimbledon marca en la olímpica Londres el inicio del verano, de la misma forma que la tradicional regata en el Támesis entre las universidades de Cambridge y Oxford da entrada a la primavera a finales de marzo.

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