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Fútbol | Segunda División B

El San Fernando empata 3-3 en el debut de Alberto González

  • Los azulinos gozan de ocasiones ante el Real Murcia en un duelo con alternativas en el marcador.

El azulino Pedro Ríos pugna con Quereda, que parece llevarse el balón.

El azulino Pedro Ríos pugna con Quereda, que parece llevarse el balón. / ROMÁN RÍOS

Vida nueva, cara nueva. Volvió la alegría al Iberoamericano de Bahía Sur. Esa que se reclamaba desde hace ya tiempo. El San Fernando, a todas luces, mereció la victoria ante un Murcia que dio una más que grata imagen, que consiguió remontar el 2-1 con el que finalizó la primera parte y que pecó de conformismo en los minutos finales, que bien le pudieron costar un disgusto porque los isleños apretaron de lo lindo en los instantes finales del duelo.

Y es que la nueva etapa que se abrió este domingo en el equipo de La Isla tuvo como final un optimismo moderado y la certificación de que los males endémicos de este equipo tienen solución. Ahora solamente hay que apelar, de alguna forma, a que la suerte vuelve a recalar en el seno del cuadro azulino.

La llegada de Alberto González no ha supuesto, ni de lejos, un cambio profundo de lo que hemos podido ver durante la temporada porque los mimbres son los mismos y actuaron los que lo suelen hacer.

Por ponernos meticulosos en el análisis, quizás el técnico malagueño mostró que los laterales del equipo isleño tienen que ser de largo recorrido. Que, de momento y hasta la vuelta de Raúl Palma, el pivote defensivo que impera en el centro del campo pasa a desaparecer para buscar mayor control con gente de creación y que se seguirá haciendo daño con los mediapuntas metidos en el corazón del rival para buscar peligro con llegadas controladas hasta las inmediaciones del área.

Por lo demás, sin apenas tiempo de variar el 4-2-3-1 que este equipo ha ofrecido durante la temporada y que tan buen rendimiento le ha dado, sobre todo en la primera parte de la misma.

Lo que sí cambia, por completo, son las sensaciones. El equipo isleño llegó al final del partido con el corazón en la mano, mucho más que la cabeza, en busca de una victoria tan necesaria como justa. Pero está claro que en este deporte mandan la cabeza, el orden y el concierto mucho más que el corazón, el desorden y el desconcierto, porque eso solamente suele salir bien en muy pocas ocasiones.

Así, la primera parte del duelo ante el cuadro pimentonero ofreció muy pocas cosas. Eso sí, los de Murcia, sabedores del momento en el que se encuentran los de La Isla, sobre todo ante los suyos, quisieron hacer leña del árbol caído y buscaron el portal de Rubén Gálvez sin mucho acierto en los metros finales y generando peligro, con normalidad, en saques de esquina.

Pero tenía que llegar un mago que se sacara un conejo de la chistera y ese fue Hugo Rodríguez. En una falta directa con claros síntomas de centro al corazón del área, se inventó un disparo directo que se coló por la escuadra de un desconcertado Tanis, que nada pudo hacer.

El gol tenía, y debía, de dar tranquilidad a los de Alberto González, pero cuando apenas habían comenzado a saborear las mieles del triunfo momentáneo llegó la igualada en una internada de Dorrio, que se paseó a placer por el área y disparó lejos del alcance de Rubén Gálvez.

Vuelta a empezar. Los isleños sintieron el empate y los murcianos pudieron agrandar el momento con un remate de Toril, en el 27, que se fue alto. Pero Hugo Rodríguez no iba a dejar escapar las posibilidades locales y en una enorme jugada por banda puso el balón en el corazón del área chica para que el goleador isleño, Francis Ferrón, siguiese estando en lo más alto de la clasificación de máximos artilleros del grupo IV de la Segunda División B.

A toro pasado está claro que si los isleños hubiesen aprovechado la ocasión que tuvieron en el 44', cuando Pedro Ríos robó el cuero en tres cuartos de campo contrario y cedió a Francis Ferrón para que su disparo fuese rechazado con la punta de los dedos por Tanis o el propio Pedro Ríos hubiese acertado en el rechace con los tres palos, la cosa hubiese cambiado radicalmente.

Pero no fue así, y el inicio de la segunda mitad resultó fulgurante. Un centro de Peque se prolongó en una asistencia de cabeza de Toril que supo aprovechar, también con la testa Iván Pérez. Era la igualada y, casi en un visto y no visto, una falta sin mucho peligro lanzada por Armando se le coló por debajo del cuerpo, cual Arconada, a Rubén Gálvez. La gran temporada del cancerbero de Aracena no tiene que quedar, ni de lejos, empañada por esta acción pero todo se puso cuesta arriba.

Salió el corazón, y con este se anuló un gol más que dudoso a Francis Ferrón (59'), con este remató el propio Ferrón al palo (69') y con este Omar Perdomo hizo la igualada definitiva a la salida de un córner.

Merecieron más los isleños porque Ferrón la volvió a tener de cabeza (75') y posteriormente Hugo (78') a centro de Gallar. Pero la igualada estaba firmada y, aunque la imagen ha cambiado radicalmente, habrá que seguir puliendo la piedra para sacar un brillo más que necesario.

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