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"Saaaaaalvi, Saaaaaalvi", canto del día

  • La afición, eufórica, premia a su equipo y a la estrella del encuentro

Cambio de tercio. Ayer a mediodía variaron las tornas y ya no se escucharon gritos en contra de Claudio Barragán ni Manuel Vizcaíno. Ese tópico de que los resultados son los que mandan en el fútbol es algo más que una frase hecha, se trata de una aseveración que adquiere carácter de verdad de tamaño catedralicio. Goles son amores y si el equipo encima practica un juego de calidad..., pues vámonos que nos vamos. La afición se calentó como algunas de las jornadas precedentes pero de manera muy distinta y todo fue felicidad para una hinchada que gozó de lo lindo con la ambición ofensiva de un conjunto al que supo premiar como se mereció. Así, gran parte de los espectadores que se dieron cita en las gradas del Ramón de Carranza no vacilaron lo más mínimo a la hora de recompensar el enorme jugadón que originó el primer tanto del choque con un sonoro "¡Saaaalvi, Saaaalvi!" que reconocía al principal responsable del tanto anotado por Jandro.

La alegría se elevó a unos parámetros que casi ni se recordaban por estos pagos cuando Lolo Plá colocó la puntilla con un 3-0 inapelable, regalo que le hizo el omnipresente Salvi con lacito y todo.

Esa euforia evitó no solo que la gente se acordara con malévolas intenciones del entrenador y el presidente, sino que además propició que las alusiones al árbitro y a los jugadores del cuadro adversario resultaran puntuales. Al colegiado canario le dedicaron un "¡qué malo eres, árbitro qué malo eres!" cuando se hizo el sueco a pesar del escandaloso penalti cometido sobre Jandro al ser arrollado de tal modo que pareció que se le había venido encima el AVE con la velocidad que alcanza en plena recta de La Mancha. El pobre hombre se ganó realmente el cántico porque el pifiazo fue de tomo y lomo. Dani Barrio, portero del Melilla, estaba siendo respetado al máximo hasta que tuvo un mal gesto hacia Salvi después de que este intentara llegar metiendo el pie a un balón que atrapó antes el guardameta. Como ayer Salvi era intocable para una afición encandilada por la monumental actuación de un jugador que no parecía de Segunda División B, al cancerbero le pusieron a partir de entonces el apodo de "cabrito grande".

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