El mejor acento del vestuario del Cádiz en esta temporada que llega a su fin ha sido rumano. Dumitru Rosu ha dado muestras de su clase tanto dentro como fuera del terreno de juego. En el día a día, su buena educación ha dejado el pabellón muy alto. Y aunque con las botas puestas no ha podido jugar mucho, habrá dos goles inolvidables contra el San Fernando que llevarán su firma. "Va a ser el mejor fichaje para la segunda vuelta", se dijo en el club. Al final, sus buenas actuaciones no tuvieron continuidad porque en este primer Cádiz de Javi Gracia ningún jugador de los teóricos titulares ha querido siquiera pestañear para no perder el puesto. Que se lo digan a Cifuentes o a Erice. Esa ha sido otra de las claves del éxito del regreso a Segunda por la vía más rápida de la historia.

Son muchos los premios que se reparten al final de una temporada. Y habría que crear uno para Rosu: el de la huella dejada. El rumano siempre fue compañero de sus compañeros, estuvo atento con la prensa en los malos y en los buenos días, y nunca ha levantado la voz para hacer público un susurro interno. Ahora sueña con "continuar". Sabe que lo tiene difícil, pero se aferra a un sueño. "Estoy muy a gusto en Cádiz, mi familia también. Y me encantaría seguir", confesaba ayer el rumano.

"No se nada todavía, no hablé con nadie y hasta el jueves no me veré las caras con Julio Peguero", explicaba Dumitru Rosu.

"Te quedas satisfecho por el trabajo realizado, aunque me hubiera gustado tener más minutos. Lo que pasa es que ha sido muy difícil entrar en este equipo, ha estado imparable toda la temporada y sólo en el tramo final, con los partidos importantes ante el Poli y el Jaén, se llegó a temer por perder el primer puesto. No es nada fácil conseguir un ascenso, que se lo digan al Poli, que al final no ha subido pese a tener un gran equipo", resumía.

"Este año tan bueno aún no ha acabado...", se decía a sí mismo Rosu, un ejemplo de futbolista.