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Ricky Rubio, director y agitador

Asegura estar en el mejor momento físico de su carrera. Se le nota en los bíceps perfilados que han sustituido aquellos brazos de alambre y en la mayor distancia entre sus hombros, pero sobre todo en su hiperactividad contagiosa: es Ricky Rubio, el director del juego y el agitador de España en el Mundial de baloncesto.

Sobrado de talento, el anfitrión sabe que la defensa, la intensidad, es la clave para poder llegar a la final y desafiar a la atlética Estados Unidos. Para ello, España tiene a Ibaka, pero sobre todo a Ricky Rubio, el motor de un equipo feroz especialmente al inicio del partido y de la segunda parte.

"Se vacía en el campo, no para quieto, está todo el rato en movimiento", dice su compañero Sergio Llull, igual de eléctrico que el jugador de Minnesota Timberwolves. El último en sufrirlo, el jueves, fue el serbio Milos Teodosic, que nada más pisar el parqué sintió a Rubio cosido a su pecho, piel con piel. Su sudor era del rival. En la primera mitad, el español robó seis balones para un total de siete. También tuvo siete pérdidas. Los riesgos de la velocidad.

Hay otros intangibles. "Aunque no robe el balón, la presión siempre la empieza él y luego con él todo el equipo le sigue", asegura Llull. Cuando el equipo se destensa, el seleccionador, Juan Antonio Orenga, sabe lo que hacer: mira hacia el banquillo y llama a Rubio, el jugador con más robos del campeonato con una media de 3,4. Su rol es defender, morder y también asistir: con 5,8 pases para canasta también lidera esa faceta junto al finlandés Petteri Koponen.

"Está llevando el equipo muy, muy bien. Dirección, buena elección de a qué jugar, cómo y para quién. Y en defensa está al nivel del mejor Ricky que yo recuerdo, tiene capacidad para robar balones en pase, en bote, anticipar cosas", enumera Orenga las virtudes. "Sus robos nos contagian, la línea defensiva la marca el base desde arriba. Si luego le unes jugadores activos como Rudy y Llull, con capacidad de atacar desde la defensa, nos incrementa la energía y la capacidad defensiva", agrega el técnico.

Rubio, como casi todos sus compañeros, combina ambos ya desde que tenía 14 años y debutó en la Liga ACB. Su hiperactividad en el parqué se transforma luego en aplomo. Y más cuando está a punto de cumplir 24 años y lleva desde el 2011 en la NBA, en la que supo superar una gravísima lesión de rodilla. "Estoy físicamente en el mejor momento de mi carrera", admite el base.

Rubio se divierte y divierte. Es el agitador en defensa que permite luego el alegre juego ofensivo del equipo. "Debe ser un signo que nos identifique", dice Orenga sobre la defensa, la mejor del campeonato. "Desde la defensa podemos correr, porque si no corremos, no somos nosotros", agrega.

"Debemos imprimir un ritmo alto para que no nos puedan seguir", conoce la lección Rubio, que se vacía en la cancha porque sabe que luego lo suplen hombres de garantías como Sergio Rodríguez o Calderón. Ambos tienen sus virtudes, pero ninguno iguala el perfil y el dinamismo de Rubio, eléctrico, generoso y feroz para empezar desde la defensa lo que Pau Gasol o Navarro, entre otros, culminan en el aro rival.

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