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Pisoteo a la mediocridad

  • El medallero español ya es centenario por el bronce de José Luis Abajo, primero de la historia en esgrima · La selección de baloncesto sacude en el debut · Phelps, oro y plusmarca

Nada de chanzas, cuchufletas o zarandajas. A Pekín se va a competir, a morir por crecer deportivamente y llevarse uno la gloria por los siglos de los siglos. Un metal en los Juegos es el sueño de todo deportista. Y del español, también. Es una cita muy especial para el atleta e igualmente para el aficionado, que es capaz de aguantar en vela hasta las tres de la mañana para ver el debut de los chicos del balonmano y dar una cabezada para pocas horas después deleitarse con el arranque de la selección de baloncesto, con Phelps por medio y muchos ingredientes más en el menú de la jornada. Un plato inesperado, la esgrima, dio el segundo premio.

La esgrima, cuentan los libros, nació en España allá por el siglo XV. Y estando en nuestro país el origen de los espadachines no cuadraba que esta disciplina estuviera yerma de medallas olímpicas para los españoles. Así ha sido hasta el 10 de agosto de 2008. Seis siglos después, un madrileño con apodo de futbolista, Pirri, cuyo nombre es José Luis Abajo, ha roto el maleficio de este noble arte para dar la segunda presea del medallero a España: un bronce. No está mal para ser la primera.

Y siempre se le quedará en el recuerdo a Pirri por la emotividad del número. Su medalla es centenaria. España ha llegado a las 100 en los Juegos con la esgrima. Valor doble, por tanto.

No consta que Jaime Lissavetzky ni Alejandro Blanco tuvieran en sus previsiones con recompensa de podio a Pirri. Bienvenido sea. Abajo la mediocridad, desprecio a la actitud derrotista, pisoteo al talante perdedor. La esgrima entra en la historia.

Y ahí habrá un hueco, si nada se tuerce, para el baloncesto masculino. Los muchachos de Aíto son como patricios romanos, forman parte de la nobleza del deporte de la canasta. Los adversarios los miran con admiración y respeto. Una ración de talento le enseñó España a Grecia. Venían los helenos como tiros después de pasearse en el Preolímpico ateniense, donde se clasificaron para Pekín. Había dudas, que quedaron disipadas justo antes y después del intermedio.

Rudy Fernández, Pau Gasol y Calderón fueron los ejecutores, la terna que destrozó al equipo de Giannakis para mostrar sus feroces fauces con las que esperan devorar algún metal. España es favorita por delante de todas y sólo por debajo de Estados Unidos, que comenzó con dudas frente a la China de Yao Ming para ir destrozando a los anfitriones de mate en mate posteriormente. Estados Unidos-España, final soñada, aunque antes se medirán en la fase de grupos y a ver quién es el más fuerte. La pifia de Argentina es significativa de que los actuales campeones olímpicos no andan tan finos como se esperaba.

En el baloncesto, como si se tratara del Staples Center, se dieron cita personalidades ilustres. Escoltando a José Luis Sáez, presidente federativo, estaban el Príncipe Don Felipe y Rafa Nadal, dos aficionados que no querían perderse el primer partido de los campeones del mundo. En China prevalece el grupo por delante del individuo. Y los españoles toman nota tanto para jugar como para animar.

La natación merece un capítulo aparte. No sólo vive de Phelps. En el Cubo de Agua se baten récords por doquier. Los nuevos modelos de bañadores tienen la culpa, apoyados por unos severos entrenamientos, claro. El estadounidense de los ocho oros ya tiene el primero en la maleta. En su primera tentativa, final de 400 metros, rebajó en dos segundos el récord mundial (4.03,84) y empezó a amargar la vida a sus contrincantes. El rodillo de Baltimore sobresale, pero hay más.

La australiana Rice ganó la misma prueba también con plusmarca mundial (4.29,45). Los estadounidenses pulverizaron el récord universal de 4x100 libres... en las series. El español Aschwin Wildeboer, también en las eliminatorias, fue un misil para batir la plusmarca nacional en los 100 espalda (53,67). En la piscina, desde luego, tienen locos a los estadísticos con tanta mejor marca.

Otros deportes de equipo se estrenaban en el programa de esta cita también ayer. El balonmano no vive sus mejores momentos. Tuvo en la mano vencer a Croacia, vigente campeona olímpica, y se quedó en eso, en tenerlo en la mano y dejarlo escapar, sin aprovechar la lesión del gran Ivano Balic. El waterpolo masculino, otra disciplina que despierta el interés desde los tiempos mozos de Estiarte, se desperezó con un sparring como Canadá a la espera de rivales de enjundia. Y el hockey hierba femenino, con tantos pesares previos hasta que le dieron el permiso de competir en China, fue avasallado por las anfitrionas.

En tanto que compite Isabel Fernández, el judo español ha subido el telón. Sin fortuna. Ana Carrascosa se retorcía de dolor por una luxación en el hombro. Le ocurrió cuando ganaba a su adversaria la pelea por aspirar al bronce. Óscar Peñas, aspirante a subir al cajón, se pegó un buen batacazo al caer a las primeras de cambio. Quizás con algunos de esos trofeos, amén de los propios protagonistas, sí contaban Lissavetzky y Blanco. Agua ambos.

Es de obligado cumplimiento analizar el medallero al final de cada jornada. España no va mal, séptima, y China ya mira hacia abajo a Estados Unidos.

La lucha en el Cáucaso poco tiene de relación con la pelea olímpica. Lo ejemplificaron una rusa y una georgiana al darse un abrazo en el podio de tiro, espejo donde deberían mirarse los políticos.

Paseó el nombre de Madrid por tierras chinas su alcalde. Alberto Ruiz Gallardón tiene incrustado en la sien que la capital española será la sede de los Juegos en 2016. Su sana terquedad puede que le lleve a conseguirlo para plena satisfacción de toda España.

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