A la evidente mejoría del Cádiz se le está buscando una causa que sea la clave en la nueva cara del equipo. Desde el cambio de sistema hasta la aportación de jugadores como Kike López o Juanma Espinosa, los argumentos que se aportan son válidos, si bien hay otro que también tiene nombre y apellido aunque apenas haga ruido. Se trata de Jon Ander Garrido, el motor del Cádiz y el jugador que nunca se cansa.

En la ciudad deportiva José Ramón Cisneros, el centrocampista vasco fue uno de los que marcó la diferencia y de los que hizo bueno el mensaje que el entrenador del Sevilla Atlético, Diego Martínez, dejó al acabar el duelo en cuanto a la diferencia entre niños y hombres. Es más, Garrido fue un súper hombre frente al filial sevillista al ofrecer una capacidad de trabajo que sólo es posible para físicos privilegiados y jugadores con enorme solidaridad por y para el resto de compañeros.

En tierras hispalenses, corrió más que ningún otro y dejó para la galería una cantidad de kilómetros que le mantenía en aquella parte del terreno de juego en la que era preciso su presencia. Daba igual que fuera el minuto 14 o el 82 porque su aportación no descendía un ápice. Y eso que, frente al Sevilla Atlético, desde el minuto 29 arrastraba una cartulina amarilla que podía condicionarle . Sin embargo, supo medir a la perfección los momentos para navegar como pocos por aguas turbulentas.

Una semana después, el pasado domingo, Garrido destapó de nuevo lo mejor de su esencia, alejada de la calidad y basada, en parte, en la triquiñuela para sortear con acierto todas las situaciones que se generan para la defensa de su equipo.

Ante el San Roque de Lepe, la afición presente en el Carranza supo reconocer su trabajo con aplausos y admiración. Desde el banquillo existe ese mismo sentimiento hacia el vasco que, por detrás de Aulestia (990 minutos), Josete (990) y Tomás (945), es ya el cuarto jugador más utilizado por Calderón, que le ha dado en Liga 749 minutos.