La selección española de waterpolo femenino se quedó a las puertas de las medallas en la Copa del Mundo que se disputó en la localidad rusa de Surgut, después de caer por 8-9 ante Australia en la final de consolación.

El mayor acierto de las oceánicas en las acciones de superioridad numérica condenó a España a una derrota. De esta manera, las pupilas de Miki Oca no pudieron cerrar el verano con un nuevo metal, tras el bronce que se colgó en los Europeos disputados el pasado julio en Barcelona.

Pero si España finalizó en gol tres de las cinco ocasiones en las que contó con una jugadora más sobre el agua, el conjunto oceánico tan sólo desperdició una de las siete ocasiones en las que atacó en superioridad numérica.

Lo cierto es que Australia empezó mejor. Las oceánicas saltaron a la piscina más entonadas y fruto de ello se colocaron con un parcial de 0-2 gracias a las dianas de Knox y Webster. A pesar de intentar reducir diferencias.

En el segundo periodo cambió cambiado ostensiblemente el panorama. Anni Espar, la más inspirada del ataque español, recortó distancias, y a pesar del 1-3 australiano el marcador llegó al descanso largo con empate a cuatro gracias a los tantos de Helena Lloret, Paula Crespi y Leitón.

Tras la reanudación se mantuvo la igualdad. Australia se colocó 4-5, pero dos tantos seguidos de las de Oca (dos de Anni Espar) colocaron por primera vez a las españolas por encima en el marcador (6-5). No obstante, las australianas enlazaron dos tantos seguidos para colocarse 6-7 a solo ocho minutos del final.

España comenzó muy bien el último cuarto, pues Anni Espar y Anna Gual pusieron de nuevo la ventaja en el electrónico (8-7) a falta de 3.53 minutos para el final. Pero el combinado nacional no pudo mantener esa ventaja.

De hecho, bien podría decirse que las jugadoras que dirige Oca se vieron privadas del triunfo por mediación de Webster, máxima anotadora del partido con cinco tantos y que tras firmar el 8-8 a tres minutos y medio pare el final, estableció 40 segundos más tarde el definitivo 8-9, que condenó a la selección española a la siempre amarga cuarta posición.