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Portuense | marbella · la crónica

El Cuvillo vive una gran fiesta

  • El Portuense, gracias a un gol de Jorge Herrero al filo del descanso, derrota por la mínima al Marbella y consigue salvar la categoría después de que los resultados de otros campos le favorezcan claramente

Dicen que bien está lo que bien acaba y con esta frase habría que quedarse para resumir toda una temporada del Portuense. Una temporada para olvidar y de la que hay que sacar conclusiones para la próxima, sobre todo teniendo en cuenta que han sido muchos los errores y, tanto desde la directiva como desde la secretaría técnica, se habrán de tomar las medidas necesarias para que tanto despropósito no vuelva a repetirse.

Al margen de lo anterior, hay que decir que el José del Cuvillo lució ayer sus mejores galas para arropar un equipo que necesitaba más que nunca del apoyo de sus seguidores. El Puerto, los portuenses, respondieron afirmativamente a la llamada y el Racing contó con ese apoyo que lo llevó en volandas hasta que el colegiado señaló el final. Pese a ser una temporada demencial en todos los aspectos quien sin duda se salva es la afición rojiblanca, que ha sabido aguantar estoicamente hasta el último encuentro. Sombrerazo para ella.

Del partido, señalar que el Portuense lo intentó desde el principio, pero una vez más esa ansiedad que le ha seguido toda la temporada tampoco quiso falta ayer a al cita. El Marbella, sin hacer nada del otro jueves, controlaba la situación y llegaba con cierta peligrosidad al portal de Wilfred; sin embargo sería el Portuense por medio de Dani Zúñiga (30') el que pudo adelantarse, pero el meta enció a córner.

El mismo jugador evitó en el minuto 43 que el Marbella marcara y dos más tarde Jorge Herrero aprovechó un error defensivo para, tras jugada de paulino, marcar el gol que valía la permanencia. Así se llegaba al descanso y a tenor de los resultados que se estaba dando en esos momentos, el Portuense ni tan siquiera estaba en promoción.

Con esa tranquilidad afrontó la segunda mitad y quizá por ello ahora el equipo sí jugó con más sentido, con verticalidad y moviendo el esférico con criterio. Está claro que a este equipo le ha faltado sólo confianza en sí mismo para, por lo menos, no pasar los apuros que ha pasado. Lo cierto es que los minutos pasaban plácidamente y esta sensación de tranquilidad alcanzó su grado más alto en el momento en el que el Mérida le daba la vuelta al marcador y se imponía al Baza, rival directo de los racinguistas para evitar la promoción.

Para esos instantes ya Javier Otero había movido el banquillo, dando entrada a Sanlúcar en lugar de Raúl Molina. El encuentro seguía discurriendo con normalidad, con un ambiente distendido entre los jugadores, sin situaciones de peligro para ambas porterías y con dos equipos que daban por bueno el resultado que campeaba en el marcador. Uno y otro podían respirar tranquilos.

Si en el césped el ambiente era distendido, en la grada la fiesta se vivía con intensidad. El transistor era el protagonista absoluto y las noticias que llegaban desde Baza no hacían sino subir cada vez más los gritos de aliento para el Portuense. Gritos de aliento que llegaron a su momento culminante cuando el colegiado decretó el final. Explosión de júbilo tanto en el césped como en las gradas y es que no era para menos el Racing, después de mucho sufrir, certificaba la permanencia.

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