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Condenado a las tensiones

  • El contraste climático de las sedes y la protesta social crean inquietud

Fiesta, mar, selva, samba y caipirinhas, pero también favelas, tensión, protestas sociales, precios explosivos y denuncias de corrupción: el Mundial de fútbol que albergará Brasil dentro de siete meses será una delicia para los sentidos, aunque probablemente también el más tenso desde el hiperpolitizado de Argentina 78.

Las emociones estarán garantizadas entre el 12 de junio y el 13 de julio de 2014 en el Mundial de Brasil. No sólo por la efervescencia política propia de un país emergente a pocos meses de las elecciones, sino también por múltiples detalles en torno al siempre polémico certamen organizado por la FIFA.

El Mundial tendrá un rostro mucho más definido a partir de mañana, cuando el sorteo defina quién juega contra quién, cuándo y dónde. Un sorteo que viene siendo cuestionado por un cambio de reglas hecho por la FIFA a último momento y que hace temer a países como Holanda caer en un grupo de la muerte.

Un sorteo, también, en el que la posibilidad de ser sometido a una terapia de frío y calor extremos en forma consecutiva y en cuestión de días está bien presente. Desde los 38 grados de Manaos hasta los dos bajo cero de Porto Alegre, este Mundial será el primero de la historia que se disputará en invierno y verano simultáneamente.

Que los sorteos son complejos y que Brasil es un país-continente son datos innegables, pero la FIFA, errática en sus decisiones y en la forma de comunicarlas, contribuyó en los últimos días a aumentar la tensión. Lo hizo su presidente, Joseph Blatter, que suele ir en zig-zag con sus propuestas, ideas y comentarios. Si diez días atrás en Roma abrió la posibilidad de cambiar el horario de partidos al mediodía en zonas de fuerte calor como Natal, Recife o Fortaleza, el martes dio marcha atrás.

Muchos equipos europeos le temen al calor extremo del nordeste brasileño. Así, Italia acaba de proponer inusuales pausas de hidratación en cada tiempo durante el Mundial para los partidos a jugarse en áreas calurosas.

Pero las distancias en Brasil también juegan un papel muy importante. Para los aficionados será un Mundial extremadamente caro, con partidos en 12 ciudades, hoteles menos que modestos que pretenden varios cientos de dólares por noche de alojamiento, vuelos más caros de lo habitual para esas fechas y un real que, pese a haber bajado su potencia, sigue sobrevaluado.

Unas distancias que determinarán que, como nunca antes, la decisión de dónde alojarse influya en el rendimiento de los equipos. El plan original que mencionó años atrás la FIFA -dividir Brasil en cuatro "zonas" para evitar los saltos climáticos y los largos viajes, también a los aficionados- quedó archivado.

El Mundial se jugará también fuera de los estadios. Si la Copa Confederaciones de junio de este año fue escenario de una inesperada efervescencia social que puso a la defensiva al gobierno de Dilma Rousseff, el Mundial, una cita incomparablemente más importante, se perfila como escenario de bastante más que 64 partidos de fútbol. Las críticas por los gastos en estadios -mayores ya a la suma de lo invertido en Alemania 2006 y Sudáfrica 2010- siguen presentes, a tal punto que grupos antiMundial advierten en Twitter que "no va a haber Copa".

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