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El Atlético vence al Celta sin exprimirse

  • Los rojiblancos, con goles de Griezmann, Vitolo y Correa, ganan a un rival con mucho toque pero sin profundidad

El delantero francés Griezmann pisa la pelota con su pie izquierdo para acomodársela al derecho antes de marcar el primer gol del Atlético al Celta.

El delantero francés Griezmann pisa la pelota con su pie izquierdo para acomodársela al derecho antes de marcar el primer gol del Atlético al Celta. / emilio naranjo / efe

Una goleada eficaz, iniciada por Griezmann, continuada por Vitolo y culminada por Correa, mantuvo las distancias hacia arriba y hacia abajo de la clasificación del Atlético de Madrid, que doblegó al Celta con una victoria rutinaria y sin excesos, pero notable.

La primera media hora del encuentro fue un tostón, entre la preocupación táctica del bloque celeste, que con el balón tocaba, tocaba y tocaba, sin más destino que el simple manejo de la pelota, y con las dificultades ofensivas del Atlético, recurrentes cuando tiene un adversario que le impide correr y, a la vez, contraatacar. Entonces, siempre que el equipo rojiblanco propuso ataques, su adversario le aguardaba colocado. El resultado, unos cuantos centros sin remate, unos cuantos intentos sin profundidad, unas cuantas transiciones sin velocidad y apenas un par de ocasiones del Atlético, las dos a balón parado, de Griezmann y de Godín.

Mientras Vitolo parecía el único capaz de desbordar, mientras Diego Costa ofrecía la única forma de salida sobre el área rival con desmarques a la espalda de la zaga contraria, luego intranscendentes en la resolución, mientras rebuscaba a Griezmann entre líneas o Vrsaljko avanzaba por la derecha, el tiempo corría en su contra. Su interés por ganar, alejado aún de las oportunidades, fue siempre más perceptible que el del Celta, que se conformaba con disponer a ratos de la posesión salvo por momentos, cuando entonces sí creció algo en ataque. Sin alardes y sin constancia, pero con tres amagos inquietantes casi seguidos y, sobre todo, dos: uno de Sergio Gómez, al que se cruzó Godín, y otro de Iago Aspas, que provocó el propio Godín. Los dos acabaron fuera del marco de Oblak.

La vuelta a la alineación del portero esloveno sólo se notó en el primer tiempo para jugar con los pies, prácticamente lo mismo que Rubén Blanco, que tocó uno de sus pocos balones con las manos de todo el primer acto, ya al borde del descanso, para recogerlo de la red, batido por Griezmann, dentro del área e inexplicablemente solo. De su posición tan solitaria debe hacer autocrítica el Celta, más aún cuando la jugada nace de un córner, prosigue con un fallido cabezazo de Giménez y acaba como acaba, de una forma tan cómoda, en el mejor futbolista del Atlético, que recogió el rechace, sorteó después a un defensa y la alojó mansa junto a la escuadra.

Un regalo que no suele desaprovechar un jugador de la clase de Griezmann, con ocho goles en las últimas cuatro jornadas, interrumpidos hace una semana en el Camp Nou y retomados ayer para deshacer un 0-0 acorde hasta entonces a un partido anodino, más aún en las áreas. No lo fue en el segundo tiempo. Primero por el paso adelante del Celta, que reclamó un penalti a Pablo Hernández que no entendió como tal el árbitro y que estrelló su mejor ocasión en el poste, con un centro de Emre Mor que conectó Radoja; después porque el Atlético, segundos más tarde, subsanó la incertidumbre.

Lo hizo desde un pase extraordinario de Griezmann al desmarque de Vitolo, que definió con perfecta sutileza ante Rubén Blanco; una conexión entre los dos mejores futbolistas del Atlético del duelo. Era el minuto 56. Tres después, el extremo, titular por tercera vez en los últimos trece choques, fue sustituido. Se marchó aclamado. Su lugar fue para Correa, que dentro del desorden que transmite con la pelota y sin ella, pudo salir vencedor de una serie de rechaces en el área para cruzar el 3-0 ante Rubén Blanco, la sentencia indudable del partido.

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