El Cádiz FSF cerró la temporada con un respiro de alivio al lograr la permanencia en el último partido de la fase de descenso. Las gaditanas tenían que ganar al Roldán B, y lo hicieron con más claridad de la que pueda parecer por el marcador.
Además del triunfo, el titular de la Tacita de Plata se vio favorecido por el marcador del encuentro entre Camoens y Monachil. Las granadinas, que dependían de sí mismas, no pudieron vencer en Ceuta y acabaron condenadas a caer por el precipicio.
En realidad, la agonía de la salvación lo ha sido más por lo acontecido en las últimas semanas, de mal en peor hasta llegar a una situación límite, que por lo sucedido en el momento de la verdad. De hecho, la victoria nunca peligró, ni siquiera cuando las murcianas se pusieron a un tanto del empate, y las noticias que llegaban desde Ceuta aseguraban la permanencia incluso sumando sólo un punto.
El equipo que dirige Kiko Oliva despide así un curso complicado, irregular y que debe servir como lección para un futuro que comienza ya mismo con la planificación de la próxima campaña.
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