Copa de África

Crisis política, éxito futbolero

  • Como en 1990, año de su primera corona continental, la conquista del título por parte de Argelia coincide con la peligrosa inestabilidad del país

Panorámica de la selección argelina celebrando su título de la Copa de África con los ciudadanos en Argel. /EFE

Panorámica de la selección argelina celebrando su título de la Copa de África con los ciudadanos en Argel. /EFE

En junio de 1990, el Frente Islámico de Salvación (FIS) ganó con holgura las elecciones municipales en Argelia, las primeras libres del país, e infligió la primera derrota al Frente de Liberación Nacional (FLN), partido hegemónico fundado tras la independencia de Francia en 1962.

Una victoria sin paliativos que azuzó la inquietud de Europa, principalmente en Francia, que supuso un tsunami para la casta militar, acostumbrada a gobernar sin oposición desde el final del colonialismo.

Preocupado por el auge de los islamistas, que de la mano de su líder, Abbassi Madani, un profesor y combatiente en la guerra de la Independencia que encarnaba el conservadurismo religioso moderado, el general Chadli Bendjedid, controvertido presidente del país, canceló un año después las elecciones legislativas. La decisión desató disturbios y una serie de atentados atribuidos a grupos radicales como el Movimiento Islámico Armado (MIA), fuerte en las montañas, y el Grupo Islámico Armado (GIA), asentado en los pueblos, que desencadenaron una guerra civil que duró una década, costó más de 300.000 vidas y dejó decenas de miles desaparecidos.

La única buena noticia para los argelinos en el inicio de aquella funesta década, conocida como el decenio negro, provino del fútbol, deporte que despierta pasiones en un país que ha alumbrado grandes jugadores que han preferido defender la camiseta de la potencia colonial, como Benzema o Zidane.

Anfitriona de la Copa de África de Naciones en 1990, la Argelia liderada aún por el mítico Rabah Madjer, alzó su primer y único título continental hasta esta noche al derrotar en la final disputada en Argel a Nigeria con un solitario gol del héroe Cherif Oudjani.

La victoria supuso un estallido de alegría en las calles, pero no sirvió para atemperar la tensión que se mascaba en el país, al borde de uno de los capítulos más trágicos de su historia.

Las diferencias son grandes y evidentes, pero 29 años después de aquella histórica conquista, Argelia ha vuelto a levantar un trofeo en medio de una aguda crisis política, económica y social que amenaza con desestabilizar un estado clave para la seguridad en la cuenca del Mediterráneo.

Protestas masivas se repiten cada martes y cada viernes desde que el pasado 22 de febrero cientos de jóvenes, la mayor parte de ellos aficionados ultras al fútbol, marcharan por las calles de Argel para exigir la renuncia a la reelección por quinta vez consecutiva del entonces presidente, Abdelaziz Boutefliaka.

El mandatario, en el poder desde 1990, presentó la dimisión un mes y medio después, forzado por unas protestas populares cada vez más numerosas y la presión del jefe del Ejército, general Ahmed Gaid Salah.

Desde la salida de Bouteflika, la jefatura interina del Estado está en poder del presidente del Parlamento, Abdelkader Bensalah, promovido igualmente por Bouteflika, que el viernes presenció en el palco de El Cairo la victoria. "Cada vez que vengo a mi país, coincide con un viernes de lucha. Hoy es distinto, ahora nos manifestamos para el cambio y por la tarde saldremos para celebrar la victoria de nuestro equipo que volverá con la copa en su mano", auguraba el viernes Layla Buzian, una joven argelina afincada en Egipto.

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