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Obituario

Don Vicente o cómo prometer es de mentirosos

  • Fallece en Valladolid a los 85 años Cantatore, ex entrenador del Sevilla y del Betis

  • De descartar a Francisco en Nervión a las sensaciones que le dejó Lopera en Heliópolis

Vicente Cantatore, en la temporada 2000-01 al frente del Sporting de Gijón.

Vicente Cantatore, en la temporada 2000-01 al frente del Sporting de Gijón. / D.S.

Fueron aquéllas dos campañas que sirvieron para que el Sevilla se reencontrase consigo mismo y en la primera, la 89-90, el sevillismo disfrutó como hacía tiempo no sucedía. Todo de la mano de Vicente Cantatore Socci, un rosarino (6 de octubre de 1935) nacionalizado chileno, que antes jugó dos finales de la Libertadores con el desconocido Cobreloa y que llegó al Sevilla de Luis Cuervas procedente de un Valladolid finalista de Copa contra el Madrid ese mismo 1989.

Se ha muerto Cantatore, tras dura lucha con el Alzheimer, en la Valladolid que lo adoptó desde el mismo día de su llegada a España en el verano de 1985. A partir de ahí, su carrera transcurrió en España con retorno a Sudamérica para entrenar desde 1991 a 1994 a Universidad Católica, Rosario Central y Colo Colo. Valladolid, Sevilla, Tenerife, nuevamente Valladolid, Betis y Sporting de Gijón fueron sus equipos españoles, en todos dejó la impronta de su sentido del orden y de las buenas formas y en este momento triste de su muerte se me vienen a la mente muchas vivencias compartidas.

Numerosos de esos momentos fueron en los viajes y la conexión con él partió de una frase que me llegó dentro y fue a su llegada a Sevilla cuando se le preguntó por los objetivos que se había marcado. “Mi único objetivo de siempre ha sido el trabajo diario, no cejar en emplearme a fondo con el plantel porque, ¿sabe usted, mi amigo? En fútbol, prometer es de mentirosos”. Una frase que bien podían tener en cuenta tantos y tantos como en un mundo tan azaroso prometen y prometen sin ningún tipo de pudor.

Enamorado del futbolista prometedor, en su primer año hizo que eclosionaran dos jóvenes que Luis Cuervas, con la ayuda de José Manuel Rodríguez Escobar, había pescado en el entonces asequible caladero que era un Betis en horas bajísimas. Nacho Conte y Pepe Carvajal fueron puntales en aquel Sevilla de Dassaev; Herrero, Diego, Prieto o Mino, Jiménez o De la Fuente; Rafa Paz, Salguero, Bengoechea; Conte, Polster y Carvajal. Temporada espléndida del Sevilla con cumbres como cierta noche con el Valencia que acabó con un sexto puesto que clasificó al Sevilla para la Copa de la UEFA.

Pero todo eso es bien conocido por el gran público, por lo que vamos a desvelar algo de la vida íntima de este vecino de Huerta de la Salud que rara vez se dejaba ver y que contaba con una especie de brazo derecho en Lucho Saavedra, su ayudante en la preparación física y confidente único. Si acaso, Juanito Arza y Antonio Leal Graciani, junto al utillero Jaime formaban su guardia de corps y componían el grupo para interminables partidas de dominó en la víspera de los partidos. Cantatore-Lucho contra Arza-Leal programaban unas partidas que tenían hora de comienzo pero no de terminación.

Las vísperas de partido eran de una especial tensión para Vicente que intentaba paliar con esas partidas o en la atención a algún conocido que lo visitaba. Y así nos pasó en una noche de agosto de 1990 en el hotel Samil y con ocasión de un torneo Ciudad de Vigo. Aquella noche nos dieron las seis de la mañana conversando con Darcy Silveira, un uruguayo amigo suyo que había jugado en el Barcelona. Allí se habló y se debatió con el fútbol como común denominador y con un punto coincidente, la supremacía de Alfredo di Stéfano en la historia.

“Me enfrenté a él una vez, estando yo en San Lorenzo de Almagro. El Madrid hizo una gira argentina y aquella tarde en que jugamos de rivales hubo algo que me asombró. Y era que un tipo rubio, con poco pelo, había salvado un gol en el área propia, condujo en apoyos por todo la largo de la cancha y acabó rematando y marcando. Aquel tipo era Alfredo di Stéfano. Pelé fue el más grande de tres cuartos en adelante; Alfredo, el mejor en toda la cancha”.

Una decisión de Cantatore en su primer año en Nervión fue muy controvertida. Calentando en Balaídos, Francisco se quejó de unas molestias musculares y hubo de ser sustituido por Pepe Salguero. El malagueño, como un cinco por delante de la defensa, se consolidó en ese puesto y ahí se fraguó el final del ursaonense en el Sevilla, por lo que en el verano fue traspasado al Espanyol de Luis Aragonés. El Sevilla fue como un tiro en esa 89-90 y la siguiente controversia respecto al técnico fue con ocasión de un choque en Moscú con el Torpedo.

La eliminatoria anterior había sido con el PAOK y en Salónica decidió alinear a un delantero del filial que aún no había debutado en el primer equipo como lateral derecho. “Con Serrano se puede contrarrestar el poderoso juego aéreo del extremo izquierdo griego”, me explicaba en el avión de ida. El experimento salió bien, pero se le volvió en contra con el Torpedo en Moscú. Un defectuoso saque de banda del propio Serrano y un mal entendimiento con Unzué originaba un gol ruso que sería decisivo en la eliminación del Sevilla.

Poco después, enero de 1991, un incidente con Toni Polster en Atocha abriría una brecha entre Vicente y el club. Iba el partido uno a uno con gran actuación de Monchi cuando el técnico tomó la sublime decisión de prescindir del austriaco en beneficio de Antoñito. Cuando enfilaba los vestuarios, Polster le arrojó la camiseta a Cantatore a la cara y ahí se produjo una catarsis fatal para la buena marcha del equipo.

Años después, verano de 1998, Vicente recalaría en un Betis con el norte perdido por la inesperada renuncia una noche de julio en Sancti Petri de Luis Aragonés a seguir conviviendo con Lopera. Fue fichado Antonio Oliveira, pero Lopera aguantó al luso sólo veinte días y, mediante algún amigo común, fichó a Cantatore. Tras haber superado dos eliminatorias uefas y haber ganado en el Bernabéu con gol de Finidi, una estrepitosa derrota en Valencia hizo que el chileno arrojase la toalla para ser sustituido por Javier Clemente.

Tras su efímero paso por el Betis, en compañía de su amigo Rosendo Cabezas, fichó en el Sporting de Gijón. Verano del año 2000 y allí fue el último encuentro con este amigo que acaba de fallecer. Aquella vez, sólo se habló del Betis y de la extraña sensación que le había causado su relación con Manuel Ruiz de Lopera. Descanse en paz un buen amigo y un hombre de fútbol como hubo pocos con los que me tropecé en este valle de luces y sombras.

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