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Rápido, tu vida | Crítica

Vidas fugaces, largos silencios

  • Sylvie Schenk hurga en la memoria de la ocupación nazi de Francia en una novela ligera y emocionante

Sylvie Schenk (Chambéry, Francia, 1944).

Sylvie Schenk (Chambéry, Francia, 1944). / Errata Naturae

Las guerras dejan heridas visibles y heridas invisibles, es conocido. La cicatrización de las primeras sigue su curso, traumático pero natural, casi siempre previsible. Con frecuencia, las segundas tardan más en sanar, atraviesan generaciones y siguen supurando si se cubren con un denso manto de silencio. Puede pensarse que la narrativa alemana ha digerido argumental y moralmente el nazismo y la Segunda Guerra Mundial, quizá por delante incluso de la sociedad. Ahí están, en estanterías abarrotadas, las obras de autores como Edgar Hilsenrath o Judith Kuckart, además de las de otros más famosos, bendecidos incluso con el Nobel, como Heinrich Böll o Gunter Grass. Un libro como Rápido, tu vida se impulsa sin embargo con la fuerza de lo que sigue sin contarse. Encuentra, como sólo es propio de la gran literatura, un enfoque y un modo nuevos.

Igual que Louise, la protagonista de su novela, la escritora franco-alemana Sylvie Schenk (Chambéry, 1944) nació y pasó su infancia en una pequeña ciudad de los Prealpes franceses; igual que Louise, explotó la burbuja de su inocente adolescencia en sus años de estudiante en Lyon; igual que Louise, ha vivido ya de adulta en Alemania, adoptando en su oficio la lengua de su lugar de acogida con la misma naturalidad con la que cambió su apellido original (Gonsolin), como una forma más de integrarse.Esa escisión entre dos identidades culturales, ya que Schenk pasa temporadas en la localidad alpina de La Roche-de-Rame y por tanto tampoco ha perdido nunca el vínculo con sus orígenes, es una de las claves de la singularidad de esta obra. A ella, como a su personaje, le ha permitido sospechar la pérdida y la culpa, conocer de cerca el rol del invadido y el del invasor.

Ambas, Sylvie y Louise, comparten además una última circunstancia biográfica determinante para situar la perspectiva de la novela: nacieron a mediados de los años 40, fueron niñas de los 50 y jóvenes de los 60. Forman parte de una generación que no protagonizó de manera activa la Segunda Guerra Mundial, como sí ocurría con la de sus padres, aunque tampoco podrían considerarla algo ajeno, como sucederá con la de sus hijos.

En la literatura de la Alemania Occidental, esa transición quedó muy clara. El Grupo 47, que acogerá entre otros a los citados Böhl y Grass, es el frente que despuntó entre los autores que asumieron en la posguerra una decidida expiación a través de la escritura. Después, los nacidos a partir de los años 60 seguirán usando con asiduidad el nazismo como contexto (a veces, solo como frívolo decorado), pero casi ninguno se sentirá ya en la obligación de afrontarlo desde la mala conciencia personal, la vergüenza o, como la llamó Hans Werner Richter, otro de los referentes de Gruppe 47, la “ruina”. En medio, Schenk y sus coetáneos lidiarán como puedan con los pecados y los silencios paternos.

La crónica generacional va de todas formas en Rápido, tu vida bastante más allá de la memoria de la ocupación nazi en Francia. Aspira a ser un registro sentimental de varias décadas, trenzando lo individual y lo colectivo en pinceladas fugaces, en brevísimos capítulos. Sobre todo los primeros, los que remiten al universo de la infancia, recuerdan mucho a ese juego de la memoria como inventario o collage que tanto gustaba a George Perec y a otros deliciosos ludópatas de la experimentación literaria.

Con una vida entre Francia y Alemania, Schenk conoce el rol del invadido y el del invasor

Tras la narrativa de Schenk, sin embargo, no hay grandes artificios. Su sintaxis es de una sencillez conmovedora. Cabe preguntarse si tiene alguna influencia en eso su voluntad de escribir en un idioma que aprendió ya en edad adulta. Si así fuera, creo que habría que celebrarlo como un extraordinario hallazgo.

Lo que imprime una velocidad natural a la narración, coherente con la rapidez que declara el mismo título, es, por un lado, esa sostenida simplicidad de las estructuras, siempre breves pero no fragmentarias. Y por otro el uso continuo de verbos en presente, un ancla que permite marcar y acompañar con una claridad absoluta la línea temporal de la historia.

La otra gran decisión de estilo es la voz. Solo cuando se describen acciones de los personajes secundarios domina la narración en tercera persona. En el resto, el riesgo de optar por la infrecuente segunda persona se convertirá en otro acierto. El destinatario no es el lector y tampoco se plantea un diálogo entre un ausente identificado y otro personaje receptor, quizá las dos fórmulas habituales cuando se emplea esa voz. Schenk elige algo más sencillo y más expresivo. La sensación que podemos tener es la de que asistimos como oyentes al relato que Louise se está haciendo a sí misma de su propia vida. Sin ironía, sin juicios anticipatorios, sin abuso de información. A poco que se conozcan las contingencias de la autora, crece ahí la proyección autobiográfica del texto, aunque es mucho más importante la corriente emocional entre lector y personaje que ese recurso consigue.

Cubierta del libro. Cubierta del libro.

Cubierta del libro.

Por lo demás, la novela traza muy bien y con sutileza los perfiles generacionales, de clase o de carácter. Pero la vida de Louise, esa que pasa por su cuerpo y por las palabras con extrema fugacidad, podría además ser la vida de cualquiera. Sus emociones, sus vacilaciones o su desarraigo son, en lo esencial, similares a los de las existencias tan breves de millones de seres humanos, incluidos los que viven, literalmente, en las antípodas. Desde su nostalgia inherente, toda mirada retrospectiva contiene lo que fue y lo que pudo haber sido. Y esa es otra de las grandezas del libro, su capacidad para aludir, a menudo sin salir del mismo párrafo, a lo coyuntural y a lo ahistórico, a lo sucedido y a lo potencial.

Rápido, tu vida es la octava novela de Sylvie Schenk y su primera obra traducida al español. Cuando se publicó en Alemania, en 2016, los libreros independientes la reconocieron como uno de los cinco libros más bellos del año. Celebramos una vez más la audacia de Errata Naturae al regalarnos el descubrimiento de una autora admirable y una obra tan sencilla como inteligente, tan ligera como emocionante.

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